Para empezar y que no haya dudas sobre si el que esto escribe es de derechas o de izquierdas, vaya mi afirmación rotunda de que yo divido a todos los que nos creemos seres humanos en dos partidos fundamentales: el de los buenos y el de los malos. Estos partidos no van a las elecciones, por lo que he votado, siempre a regañadientes, unas veces centro izquierda y otras centro derecha, lo que me ayudaba a definirme como un hombre centrado políticamente, aunque siempre decepcionado por la desconexión de los partidos con mis principios naturales y morales. Ni conservador, ni progresista. O las dos cosas a la vez, porque me gusta conservar lo mejor de la historia de España: el cristianismo de pura cepa, exigente socialmente y hermanador, nunca generador de odio, limador de diferencias sociales injustas a la vez que defensor de la propiedad privada material y espiritual, que es en definitiva la defensa de la libertad auténtica, la que condena la mentira y defiende la verdad. Siempre la verdad por delante, porque es lo que nos hace libres. Ningún partido voté por ser el mejor, sino por ser el menos malo.
Convencido estoy de que los extremos son malos y de que los mejores años de la Transición los vivimos con el centro derecha y el centro izquierda, con gobiernos del PP y del PSOE. Hasta que llegó Zapatero. Todos nuestros males presentes tienen su origen en ZP y se han recrudecido con los gobiernos de Sánchez, tras el paréntesis de los de Mariano Rajoy, hombre culto y simpático pero un tanto Don Tancredo políticamente hablando y que sólo se atrevió a llamar ‘bobo solemne’ a Zapatero, en diciembre de 2005 en el Congreso, cuando Rajoy estaba en la oposición.
Es posible que la peor etapa parlamentaria (y política en general) de nuestra reciente historia democrática la estemos sufriendo en los siete años de los gobiernos de Pedro Sánchez con un Parlamento siempre sumido en los insultos y con un presidente y unos ministros que más que gobernar han hecho oposición y con una oposición que ha caído en la tentación de la descalificación permanente del adversario. Son siete años calificables de ‘ultraísmo’, en especial por parte del presidente Sánchez y sus ministros-loros con permanentes consignas, siempre acusando al PP de ultraderechista y de ser un peligro para España, negándole su condición constitucional de alternativa. Los partidos de izquierdas que sustentan al Gobierno no han cesado en sus campañas contra el principal partido de la oposición, tachándole, mentirosamente, de ultraderechista, mientras los ultras de izquierdas se autoproclamaban como los únicos progresistas. Los más significados comunistas y marxistas, ultras de izquierda de libro, se han autocanonizado como los más puros demócratas. Ya nadie sabe qué es peor si el ‘ultraísmo de izquierdas o el de derechas, mientras se ha perdido el prestigio de los antiguos partidos de centro izquierda (PSOE) y de centro derecha (PP). El país sufre la perversión del PSOE al transformarse en ‘sanchismo’, un antiguo PSOE que se ha marxistizado para desgracia de España.

La izquierda, podríamos decir, se ha hecho toda ultra izquierda y estos partidos izquierdizados y marxistizados hacen campaña contra el PP llamándole con frecuencia ultraderechista y negándole el pan y la sal como alternativa real para el gobierno de España. Error, grave error de este PSOE sanchista. Alejado del mejor PSOE felipista, auténticamente centroizquierdista, cuyas bases, creo, están absortas y posiblemente nieguen el voto a Pedro Sánchez a no ser que éste cambie de rumbo antes de que sea tarde.
No discutamos sobre quién es más ultra, más conservador o más progresista. Compitamos en ser, unos y otros, mejores personas. Ya sé que estamos en un momento difícil. No está el horno para bollos. Pero si yo fuera Sánchez convocaría elecciones generales ya. Si yo fuera Sánchez me reconvertiría al cristianismo, como hizo Manuel Azaña, tras exiliarse a Francia nada más perder la guerra. Si yo fuera Sánchez me arrepentiría de estar levantando muros entre las dos Españas como hizo Indalecio Prieto arrepintiéndose del golpe de Estado que dio contra la Segunda República con ‘su’ Revolución de Asturias. Si yo fuera Sánchez dejaría tranquilo al Poder Judicial y me centraría de lleno en el Ejecutivo con el fin de ganar las elecciones. Tezanos dice que las ganaría. Y siempre podría quedarle la esperanza de que no saquen mayoría absoluta entre PP y Vox, lo que dejaría vía libre a su investidura presidencial como hace dos años y pico.
Apelo a la sensatez de Sánchez y sus ministros. Siempre es tiempo para ir a mejor. Y lo mismo vale para el resto de partidos. Apelo a la sensatez, aún sabiendo que lo que ha dominado en los últimos tiempos es la barbarie. Apelo, sí, al bipartidismo como nuevo y viejo camino para la estabilidad y el progreso de este bendito país que todos, sin excluir a los partidos minoritarios, llamamos y amamos como España.












Equilibrio y sensatez por experiencias vividas eres don Ramón Gómez Carrión…
Gracias
PD: A Tezanos me encantaría espetarle «jamás embaucarás a mentes medianamente inteligente» con tus proclamas psicológicas de votar ‘a caballo ganador’ repitiendo y repitiéndonos que el PSOE va por delante, pese a los escándalos socialistas…
Y hasta me atrevo a ser generoso con él y señalarle la encuesta que escucho y escucho, cada día más presente en las calles, por repetida con reiteración de boca en boca:
«Elecciones en ABRIL del 2026, después del discurso falsario de feminismo para intentar el mentiroso engañar a millones de mujeres por las manifestaciones de MARZO en toda España «.
A saber (lo escucho con reiteración en las opiniones y confesiones incluso entre amigos votantes del PSOE y hasta de Podemos que nunca votarán al PP y que me aseguran que votarán a Vox):
Vox 107 escaños
PSOE 100
PP 98
A esperar…
No hay que fiarse excesivamente de las encuestas y menos de las de Tezanos, el ‘bien pagao’. Creo que aciertas poniendo las elecciones en abril, pero… Hay un dicho popular: «El que espera desespera». Lo que ocurre en este país no es normal.
Un abrazo