Creo que hay que dejar pasar cien días para tener cierta perspectiva sobre el presente y el futuro del primer Gobierno de coalición de la democracia instaurada tras el franquismo y consolidada durante los últimos cuarenta años. Parece mentira lo cortos que se nos han hecho estas cuatro décadas si se compara con lo largos que se hicieron los 36 años de dictadura franquista para quienes tuvimos que soportarla y entre los que no se encuentran, desde luego, los Pedro Sánchez, los Pablo Iglesias y otros muchos izquierdistas que casi han hecho negocio dando espadazos contra el fantasma del dictador, pero haciendo sangre en quienes nada tienen que ver con el dictadura. Eso si, con la intención de sacar rédito político. Un rédito miserable porque solo están contribuyendo a que revivan odios y toda clase de enfrentamientos contra los que lucharon dignamente como artífices de la Transición, entre ellos los socialistas de Felipe González, los centristas de Suárez, el eurocomunismo de Carrillo y La Pasionaria y otras fuerzas políticas que querían un tiempo nuevo para España, proyecto que malogró el revanchista Rodríguez Zapatero con una Ley de Memoria Histórica absolutamente innecesaria y demagógica y que les parece corta a los amigos-enemigos Sánchez e Iglesias.
Estando así las cosas, ¿a quién le extraña que haya inquietud en la Conferencia Episcopal Española cuando PSOE y Unidas Podemos llevaban en sus programas electorales medidas sencillamente anticlericales, claramente perjudiciales para la Iglesia Católica y sus fieles, una gran mayoría de españoles a los que no se les puede reprochar que sientan inquietud, como hace el profesor universitario Manuel Alcaraz ante el nuevo Gobierno socialista-comunista? Ese miedo a las decisiones de unos declarados partidarios del laicismo abjurando del prudente aconfesionalismo es lógico, señor Alcaraz.
El profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Alicante tiene todo el derecho a militar en Compromís y apoyar el independentismo catalán y los países catalanes y el federalismo republicano y el bolivarismo chavista o evomoralista llegado el caso. Pero un docente universitario, aunque se proclame “descreído por más señas”, no puede aprovecharse de una tribuna pública en un periódico de gran tirada y muchos miles de lectores (‘Información’) para mofarse de Dios y de las diversas advocaciones de la Virgen María solo porque los obispos españoles tengan recelos de lo que pueda ocurrir a la Iglesia y a los católicos españoles con unos gobernantes que se han distinguido por su manía persecutoria hacia el Cristianismo, nunca contra el Islamismo (esto último tampoco sería de recibo en caso de ofensa a sus creyentes).
Bromitas de mal gusto no dicen nada bueno de un profesor universitario Y tiene que saber que la libertad de expresión no ampara el disparate y los despropósitos ofensivos que con cierta frecuencia asoman incluso en el Congreso de los Diputados, en el que tuvo escaño el señor Alcaraz antes de ser conseller de Transparencia en la pasada legislatura autonómica. Algunos obispos españoles, individualmente, pueden haber dicho algunas inconveniencias, a veces, sobre asuntos discutibles, pero acusar a ‘los obispos’ globalmente (Conferencia Episcopal Española) de no haberse posicionado en cuestiones importantes para el pueblo español es una demostración de que nuestro profesor de Constitucional no sigue con asiduidad los documentos que emanan de esa corporación.
La ignorancia es muy atrevida y la irreverencia es impropia de quien se supone que cuando opina en asuntos importantes debe estar bien informado. De lo contrario podríamos pensar que se deja llevar de su compromiso ideológico con Compromís y que prefiere eso a comprometerse con las ideas y con la búsqueda de la verdad. Que es lo que le ocurre a un actor como Willy Toledo, quien casi aparece en los medios informativos más por sus groseras manifestaciones contra el Cristianismo que por sus éxitos profesionales.
Los delitos contra los sentimientos religiosos solo se castigan penalmente en 71 de los 194 países del mundo, entre ellos España. Las penas se reducen a una multa que no suele ser de muchos euros. Algunos fiscales se oponen a cualquier castigo judicial basándose en el derecho de los acusados a la libertad de expresión. Pero son muchos los jueces y fiscales que se niegan a acoger las ofensas religiosas bajo el paraguas de esa libertad.
Ser grosero o irreverente no es delictivo acaso, pero dice bien poco a favor de quienes se llenan la boca de libertad de expresión, que debe ser libertad para la convivencia.
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