Creo que en esta Comunitat Valenciana —cuyo nombre resulta tan poco afortunado como su devenir desde su creación— se han traspasado ciertos límites. El agravio comparativo con el Cap i Casal no solo persiste, ha sido impulsado y amplificado desde las instituciones autonómicas de forma creciente y sostenida. Cada vez que algún intento de vertebración territorial ha asomado, por H o por B, la factura siempre ha terminado llegando a la misma dirección. En Alicante nos sale a pagar.
Valencia ciudad capitaliza inversiones, decisiones y control de prácticamente todo lo que se mueve. Y ya se sabe: quien parte y reparte se queda la mejor parte. La inmensa mayoría del funcionariado procede de allí. Ahí está el ejemplo del puerto de Valencia, otrora un erial, hoy el gran polo de inversión. O la Ciudad de las Artes, o las iniciativas de la UPV, siempre bien financiadas en comparación con Castellón o Alicante. De este tema tengo para escribir una tesis doctoral. Válgame.
Y, aun así, parece que aquí estamos destinados a ser los pardillos eternos. Porque, como los partidos se organizan en esas estructuras regionales o baronías tan democráticas, también desde «Valensia» se pone y se quita a quienes el pueblo o las bases alicantinas han elegido. Ahí queda el acoso que sufrió Blas Bernal cuando ganó las primarias del PSOE alicantino y desde Blanquerías quisieron arrebatarle lo que había ganado limpiamente en las urnas. O aquella épica lista municipal presentada por Pitu y los suyos, que solo llegó a la papelera de la Audiencia para ser sustituida por los campistas, según les convenía en ese momento. Viva la democracia y la justicia. Si los partidos funcionan así, ¿qué podemos esperar del resto?
Todo esto viene a cuento del delicado momento que vivimos tras la dana y el proceso de acoso, derribo y persecución contra el expresidente del Consell. Lo que nadie ha dicho —y nadie parece querer admitir— es el componente claramente anti-alicantino en todo este asunto. Lo he visto, lo he sentido y se ha utilizado sin pudor. En manifestaciones, como las orquestadas ante el Palau, hasta se han escuchado consignas en ese sentido. Y lo más triste es que numerosos periodistas y políticos de aquí se han sumado a la fiesta con tal de derribar al rival o demostrar poder, ignorando el ataque implícito hacia esta ciudad y provincia. Porque ya me gustaría ver qué habría pasado si el Molt fuera de Alboraya o vecino de Benimaclet.
En La Sexta llegaron a decir en informativos: «el presidente alicantino Carlos Mazón contra el que Valencia es un clamor». Fantástico. Así se hacen amigos y compañeros de futuro.
Quizá todo esto tenga consecuencias algún día. En realidad, ya las tiene: cada día, en cada esfuerzo, en cada iniciativa que debe remar contra un viento que siempre sopla desde el mismo sitio y hacia el mismo lado.
¿Tots a una veu? ¿Qué me estás «container»? Haciendo amigos no.
Eres un valiente y clarividente articulista. Nuestra autonomía (creo que también otras muchas) se ha convertido, si es que no lo fue desde un principio, en una autonosuya. Podríamos preguntarnos si el ‘autonomismo regionalista’ no es peor que el ‘centralismo nacionalista’. No sólo Alicante y Castellón son discriminados, sino incluso tildados de antivalencianistas. Con el ‘centralismo’ había muchos chupópteros; con el autonomismo se han multiplicado por cientos de miles. ¿Y qué me dices de los chupópteros de la Unión Europea, muchos de ellos con sueldos de 400.00 euros anuales, como los de Teresa Ribera, Nadia Calviño y un largo etcétera. Te animo a escribir la tesis doctoral. Un abrazo.
Un abrazo
Inaudito e injustificado que el nuevo candidato, don Pérez Llorca, se manifieste en Valenciano cuando más personas en Alicante ni lo hablan ni lo entienden…
✓ Perderás votantes castellano hablantes…
A esperar…
Moltes Gràcies…