Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

La sinceridad a través de la mirada

El escritor francés, André Gide, Premio Nobel de Literatura en 1947, en una fotografía de autor desconocido publicada en el libro "Historia de la Literatura Argentina, Vol II" por el Centro Editor de América Latina (Fuente: Wikimedia).

¿Os habéis sentido intimidados por una mirada profunda que busca vuestros ojos? ¿Habéis percibido que vuestro interlocutor intentaba entrar en vuestro interior? Si es así, estáis de suerte, habéis encontrado una persona sincera que conoce la importancia de mirar a los ojos cuando se intenta transmitir un mensaje o una reflexión lo más sincera posible. Nos referimos, pues, a la mirada directa, aquella que mantiene contacto visual inmediato con la otra persona, sin apartar el punto de fijación. Sin duda, se transmite así confianza, interés y atención.

Existen otros tipos de mirada, desde la evasiva, cuando sucede todo lo contrario: huimos de ella cuando sentimos timidez, inseguridad y falta de confianza. También podemos considerar la de reojo, muy similar a la anterior, a diferencia de la amorosa, llena de afecto y de atracción mutua. Por el contrario, recibimos la mirada desafiante cuando intentan dominarnos o confrontar. Es obvio que la más interesante de todos es la primera: la que intenta ofrecer un mensaje de sinceridad y de captación del interés.

Un hecho similar sucede con los apretones de mano. Cuando alguien nos saluda con una presión firme y constante, recibimos un mensaje de seguridad y de cercanía, a diferencia de cuando su extremidad se resbala con la nuestra, lo que provoca en nosotros una percepción de falta de sinceridad o de compromiso involuntario. Estamos delante de unas formas de comunicación no verbal con gran efectividad. Cierto es que la base de la expresión radica en las palabras, en el contenido del mensaje, pero la modulación de la voz, la expresividad en general, puede condicionar la recepción de nuestro interlocutor.

¿Somos conscientes de la importancia de ofrecer una mirada directa que no huya el punto de referencia donde centramos nuestros esfuerzos comunicativos? Cuando miramos a los ojos a alguien, establecemos una conexión emocional más intensa. Si mantenemos el contacto visual, podemos captar y ofrecer señales no verbales adicionales que completan nuestro discurso. Del mismo modo, estamos confirmando su atención y evitamos la distracción frente a otros estímulos. Se produce, por lo tanto, una retroalimentación visual: al mismo tiempo que conversamos, confirmamos la recepción de nuestro discurso.

Con todo, el aspecto que más me interesa en este análisis de la mirada como elemento de comunicación no verbal es el del incremento de la confianza y de la credibilidad. Si hablamos sin miedo y con la mayor honestidad posible, si fijamos nuestros ojos en los de la otra persona, reforzamos la confianza y fomentamos la respuesta también sincera del otro. Vivimos en una sociedad donde la falta de contacto —en algunos momentos reforzado por la experiencia traumática de la pandemia del COVID19— y el incremento de la comunicación digital nos han llevado a rehuir la mirada directa. ¿Habéis probado en mantenerla durante unos segundos o unos minutos sin hablar con otra persona? La respuesta es inmediata: desaparecen de nuestro ángulo de visión los ojos que tenemos delante. Se trata de una reacción inmediata, como una especie de construcción de un muro de alguien que se siente incómodo.

Por este motivo, si queremos utilizar la palabra como un arma de comunicación efectiva, si queremos potenciar nuestro mensaje, tenemos que conseguir una mirada efectiva que, sin voluntad de intimidar, ofrezca una sinceridad absoluta en nuestra interlocución. Escondamos nuestras dudas y nuestros miedos: exponer nuestros argumentos no tiene que ser un motivo de inseguridad. Fomentemos la cultura de la comunicación, contrastemos nuestras opiniones con fortaleza y claridad. Miremos a nuestros interlocutores: ofrezcamos lo mejor de nosotros mismos.

El escritor francés André Gide escribió que «lo importante se halla en la mirada, no en la cosa mirada». Un buen consejo de uno de los autores precursores de la novela psicológica que era consciente del establecimiento de la sinceridad a través de la mirada de sus personajes. Y así es, el hablante tiene tendencia a protegerse en su interior, con lo cual, rehúye mirar a los ojos de su interlocutor. Craso error, sin duda alguna, porque si intentamos transmitir un mensaje, si no centramos la atención en la persona que tenemos enfrente, con el pretexto de una falsa protección, estaremos fracasando en nuestras intenciones.

Esta es la fuerza de nuestra mirada: la conexión con los otros ojos. Intentadlo si no lo tenéis como costumbre. Tal vez yo mismo lo he aprendido en un corto espacio de tiempo y os puedo asegurar que es un auténtico placer: refuerzas tu sinceridad y fomentas el mismo sentimiento en el prójimo. Rompamos las barreras que seguramente hemos heredado en nuestra tradición cultural; al mismo tiempo que mantenemos un contacto físico como un apretón de manos, proyectamos esa sensación de seguridad que nos permite sincerarnos con nosotros mismos. Un acto que el resto de las especies animales no puede activar. Seamos humanos: miremos con seguridad y confianza a nuestros interlocutores.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

1 Comment

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  • Carles: Muy interesante, muy sugerente tu artículo en torno a una excelente frase de Gide. Un saludo cordial.