Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabras

Juanfran

Juanfran Pérez LLorca (Fuente: Cortes Valencianas).

El primer gran éxito del nuevo presidente de la Comunidad Valenciana, Juan Francisco Pérez Llorca, es nominal. No es otro que el haber logrado mantener a flote esa especie de acrónimo con el que es conocido. Donde en su DNI dice Juan Francisco Pérez Llorca todos leen y pronuncian Juanfran. Y esto, aunque parezca menor, no es cualquier cosa. Haber conseguido que la mezcla afectiva, familiar y cercana de sus dos nombres, Juan y Francisco, haya superado la prueba de su nombramiento como máximo dirigente de la Comunidad Valencia, no debería ser pasado por alto. Como bien nos ha enseñado otro presidente, el de Andalucía, Juanma Moreno, parte de su éxito se basa en esto mismo, en haber conseguido que la carga de familiaridad y confianza que proyecta el vocablo Juanma vaya más allá de los límites ideológicos de su propio partido. De modo que sí, prueba superada.

Pero a partir de ahí, la cuesta se empina. Tras este primer éxito nominativo, la tarea que tiene por delante el nuevo presidente se antoja hercúlea. El reto parece mayúsculo y no está claro que esté en condiciones de llevarlo a buen puerto con solo el nombre y los compañeros de viaje escogidos. Lograrlo sería, de alguna forma, dar por hecho que será capaz de cicatrizar las graves heridas que le deja en herencia la muy negligente y esquizofrénica labor de su predecesor. Carlos Mazón, que ha demostrado ser un mentiroso compulsivo, le entrega sin duda una de las peores gestiones y herencias políticas que se recuerdan a estos niveles de responsabilidad pública. Quizás esto, el partir de tan abajo, de tanta ignominia, pueda ser otro inesperado aliado con el que contar. Hacerlo peor es metafísica y políticamente casi imposible. De ahí partimos.

En su contra, en la de Juanfran y en la de todo su partido, está y estará la sombra de haber callado durante más de un año pese a las evidencias de la ignominia. Como lo está el haber aplaudido cada uno de los giros de guion del expresidente para intentar ocultar la verdad bajo toneladas de miseria política y para tratar de poner a salvo su posible responsabilidad penal. Esa complicidad y ese silencio no serán fáciles de olvidar, especialmente para las víctimas del 29-0, pero no solo. Aunque sus palabras de perdón dirigidas a las propias víctimas en el inicio de su discurso de investidura en las Cortes Valencianas suenen a intento de tiempos nuevos, a nueva vía, habrá que ver si las palabras son acompañadas de hechos. Habrá que ver si, primeramente, no se sigue encubriendo la negligente y criminal gestión del anterior gobierno, y, segundo, si esa colaboración con la Justicia no sigue el patrón de ocultamiento de pruebas que ha presidido el tiempo oscuro que ahora dejamos atrás.

Otro más. Haber sido en primera persona el gran muñidor de los vergonzosos acuerdos —pasados y presentes— con Vox no es, ni parece lo vaya a ser, la mejor tarjeta de presentación para afrontar ese futuro lleno de interrogantes, un periodo que requeriría de grandes acuerdos y grandes consensos para afrontar en primer lugar las amenazas del cambio climático porque es de ahí, justo de ahí, de donde venimos. En este terreno precisamente habría que resaltar que estamos en uno de los territorios más afectados a futuro por esta dura realidad. Si la terapia sale de la medicina de los discursos de Abascal y su corte de negacionistas, aceptados con entusiasmo por el nuevo president en su discurso de investidura, seguramente estemos sembrando las bases de una nueva, destructiva y mortífera dana. Aceptar como él, Juanfran, ha aceptado a pie juntillas el peaje y el catecismo de la extrema derecha, un partido disolvente, negacionista y con tendencias totalitarias y claramente xenófobas, le han facilitado la elección y el aplauso indisimulado de la extrema derecha pero, seguramente, le van a dificultar el poder andar el camino del olvido, justicia y reparación con el pasado reciente. De aquí partimos.

Juanfran Pérez LLorca es elegido presidente de la Comunidad Valenciana por las Cortes Valencianas (Fuente: Cortes Valencianas).

Pero, además, hay otras sombras sobre las que la prensa y los cenáculos periodísticos nacionales han pasado —hasta ahora— casi de puntillas. Me refiero a la complicada gestión urbanística en el Ayuntamiento de Finestrat en su calidad primero de concejal de Urbanismo y, en los diez últimos años, en funciones de alcalde. Y ahí, claramente, todo apunta a un remedo de las malas prácticas urbanísticas tan propias de esta tierra, la Comunidad Valenciana.

A poco que algunas de estas informaciones periodísticas empiecen a coger vuelo y a adentrarse en esas zonas oscuras, las sombras y los fantasmas del pasado empezarán a llamar a la puerta del nuevo presidente. Él mismo —el exalcade— estaría viviendo, según publicaba recientemente Eldiario.es, en un casa construida en terreno rústico y sin legalizar; las construcciones de chalets al margen de la ley son, al parecer, una práctica demasiado extendida y consentida desde las oficinas municipales. Y a todo ello se sumaría —según siempre las investigaciones del mismo diario— las extrañas relaciones comerciales, con cruces y denuncias en los juzgados, de su familia con algún socio de origen ruso (¿?). ¿Puede ser todo esto una china en el zapato del nuevo presidente y causarle problemas a futuro? De momento, ciertamente, es solo una pregunta y parece claro que ello no ha sido problema alguno para su designación.

El fenómeno de acortar el doble nombre para hacerlo más próximo y confiable —hipocorístico por acronimia se llama el asunto de marras— va a ser, lo decíamos antes, un punto de apoyo. Del frío y distante Juan Francisco, que aleja la emocionalidad y la confianza, el Juanfran nos acerca al personaje. Parece claro que al presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, le ha funcionado, hasta el punto de que su entrada en la universal Wikipedia no es otra que “Juanma Moreno”. ¿Lo logrará también Juanfran, o el nombre y la gestión se irán distanciando para acabar convertidos en una sombra alargada del pasado reciente?

Seguramente, ante el tamaño de la ignominia la única vía democrática y decente obligaba —como reclaman las propias asociaciones de víctimas— a devolver la voz a la ciudadanía. Claramente se ha optado por echar tierra al dolor de las víctimas esperando que el paso del tiempo acabe curando las heridas. Eso mismo pensaba Mazón y aquí estamos. Con la casi sola esperanza de un nombre.

Pepe López

Periodista.

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