Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

El detective

Fuente: www.depositphotos.com.

La jornada del cartero está a punto de concluir, pero todavía le queda entregar un paquete en el número 32 de la Colmena. Nadie contesta al timbre y Charli, el cartero, le deja un aviso en el buzón al señor Richard Polmes. Polmes utiliza la casa, o al menos una parte, como despacho. En el buzón y en la puerta, junto al timbre, una placa indica «Polmes, detective privado, Ático A, B, y C».

Polmes se encuentra de viaje. Su 45 cumpleaños es motivo más que suficiente para visitar a sus padres en la ciudad de Cambridge, Massachusetts, donde nació y acabó por graduarse en Derecho en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Todo era miel sobre hojuelas en aquella temprana edad de los veinte. Salía con Rebeca, una chica muy atractiva e inteligente. Una noche, después de ir al cine a ver ¡Qué bello es vivir!, no pudieron arrancar el viejo Ford Mustang y decidieron caminar los tres kilómetros que los separaban de la casa de Rebeca. De repente, como una aparición, un coche pasó a toda velocidad y atropelló brutalmente a Rebeca.

Polmes estuvo algún tiempo perdido y una mañana se alistó en el ejército de los Estados Unidos; el destino era Somalia. Desembarcaron en la capital, Mogadiscio, y participó en la operación Continuación de la esperanza que intentaba atrapar a Mohamed Farrah Aidid, líder armado que pretendía tomar el país. Polmes tuvo tiempo suficiente para aprender defensa personal y adquirir grandes conocimientos sobre las armas. Regresó a Cambridge solo para despedirse de sus padres antes de volar a Londres, donde un amigo de la facultad había montado un despacho y una mesa con su nombre.

Pronto descubrió que necesitaba nuevos retos y, como un relámpago, se especializó en Criminología. Algunos de los casos más populares de la época pasaron, más que por sus manos —que también—, por su mente a prueba de jeroglíficos egipcios. Polmes empezó así una carrera colmada de extraños casos sin resolver hasta que llegaban a sus manos. Pronto los medios de comunicación y las revistas especializadas se hicieron eco de todo ello.

En España los casos fríos sin resolver se iban acumulando: las niñas de Alcàsser, Marta del Castillo y otros con menor índice mediático. Hace apenas un año, el servicio de inteligencia de la Policía de España se puso en contacto con Scotland Yard para recabar datos sobre Polmes y contemplar la posibilidad de que viajara a España y se ocupara del extraño caso de la cabeza cortada. En medio de todo esto, Polmes, tan obstinado como observador, se entretenía en investigar el caso frío de Jack El Destripador que puso en el mapa a East London y más concretamente a la zona de Whitechapel. El asesinato de al menos cinco mujeres es, a fecha de hoy, uno de los casos fríos más infames por resolver, por más que el tiempo haya volado desde 1888.

Y viajando en el tiempo llegamos a 1973. El nueve de diciembre y con la Navidad tan próxima nace Polmes. Su padre, Álex Polmes, es periodista y trabaja en un diario local. Julia, su madre, es ama de casa y, en los ratos más tranquilos, escribe relatos que Álex procura publicar en el diario. Polmes pronto destaca en la escuela primaria, juega con soltura al ajedrez, escribe relatos sobre la sociedad del momento convertida en ruinas y habla de distopías al más puro estilo Ray Bradbury. Antes de ingresar en Harvard a la temprana edad de 16 años, comienza a interesarse por el mundo de la investigación, su objetivo es convertirse en un gran detective que sea capaz de quitar todas las capas posibles de polvo y dar buena cuenta de los asesinos.

A los veinte años y con la carrera de derecho en el bolsillo llama a su gran amor, Rebeca, se van al cine y el resto ya lo conocen, excepto un pequeño periodo de tres a seis meses que Polmes pasó solo en un refugio de montaña cuando su hermano mayor, Tom, fue abatido en uno de esos múltiples conflictos con presencia americana. Tiempo tuvo Polmes para conocerse a sí mismo y reflexionar sobre lo que haría para que su hermano estuviera orgulloso de él.

Polmes viste siempre de negro. El negro es su color fetiche. Juega a la lotería siempre por Navidad y devora el cine policíaco: Sed de mal, En el calor de la noche, Bullitt o Serpico; y engulle por los ojos todo tipo de novelas del género: El halcón maltés, El sueño eterno o Los crímenes de la calle Morgue. Pelo rubio y barba siempre de siete días, una pequeña cicatriz en el pómulo izquierdo a consecuencia de una pelea callejera a los catorce años, la estatura no es un problema para coger alimentos del supermercado de las últimas lejas. Carnet de conducir todo tipo de vehículos y algunas nociones de aeronáutica. Tiene pánico a los perros de presa porque presenció de pequeño cómo un pitbull le arrancaba prácticamente el brazo a un compañero de clase. Polmes es unas veces tímido y otras extrovertido, le gustan la cerveza y el tinto, pero no acostumbra a tomar licores de ningún tipo; practica la natación en una piscina climatizada dos tardes a la semana y acude una vez al mes al psiquiatra. A menudo visita 61 un local de boxeo y golpea el saco en tandas de quince minutos durante dos horas. Tiene una casa ático de trescientos metros, la nevera siempre vacía, la despensa siempre vacía y la bodega llena de olorosos caldos reservas en su mayoría de más de veinte años.

Imagen de www.depositphotos.com.

Pablo Guillén

Pablo Guillén empezó a escribir hace algunos años. Un poco para escapar de la rutina de un trabajo que sólo le aportaba un salario. Nada más. Publicó durante algunos años artículos de opinión en un diario local y también participó en algunos encuentros literarios concursando y formando parte en distintas publicaciones.
Tiene tres libros de relatos publicados: “Sombras de luz y niebla”, “Reflejos frente al espejo” y “Lanzarse al vacío y otros relatos”.
Además, tiene el cajón repleto de historias que empujan cada día por nacer, pero la situación actual no es la mejor y como todo el mundo sabe, el dinero no crece por más que riegues esa jodida planta.
Actualmente está inmerso en un nuevo trabajo, sin duda más ambicioso y extenso: su primera novela, aunque declara sin tapujos que se mueve mejor en el mundo de los relatos y puede que le pase un poco como a Oscar Wilde, que sólo escribió una novela, “El retrato de Dorian Gray”.

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