Hace ya casi un mes del inaudito apagón que sufrimos todos los españoles (y los portugueses por frecuentar «malas compañías»).
Como aficionado y seguidor de temas científicos tenía una somera idea de redes eléctricas, claro que, tras lo sucedido, la avalancha de podcast, canales de YouTube, TV, radio y todos los medios imaginables ha sido la esperable, dada la gravedad y extensión del acontecimiento. En mi declarada calidad de aficionado y de ciudadano más o menos atento a lo que pasa, pienso que ya hay un cuadro bastante definido de lo que pudo haber pasado y ésta es mi opinión al respecto.
Como previo y dado que es un tema eminentemente técnico, comentar que voy a prescindir, en lo posible, de términos como frecuencia, inercia, sincronía y asincronía, voltaje, intensidad, continua y alterna, fase y otras magnitudes y parámetros que caracterizan la energía eléctrica. Porque, además, espero ser capaz de explicar que todo eso no es lo más importante para entender lo que nos llevó al desastre. Los que estén interesados no tendrán problemas en encontrar información con la profundidad que quieran en la red. Sólo entraré en una breve explicación de lo que significa la frecuencia porque tiene bastante que ver con el desencadenante, no con la causa primera de nuestro desaguisado.
La corriente eléctrica alterna (que es la que usamos) no es un flujo unidireccional de cargas eléctricas. Cambia de un polo a otro (de ahí lo de alterna) cierto número de veces por unidad de tiempo. En Europa son 50 veces por segundo (50Hz) y si miran en cualquier electrodoméstico de casa verán que siempre alude al voltaje (aquí unos 220V) y a 50Hz que es la frecuencia. No podemos apreciar ese vaivén porque 50 veces por segundo es más rápido de lo que nuestros «sensores» (especialmente nuestros ojos) pueden discriminar. Pero si graban una bombilla, especialmente de las de antes, las que tenían filamento, con cámaras que toman muchas imágenes por segundo, podrían apreciar cómo se enciende y se apaga en cada cambio de polaridad. Hasta aquí esta pedestre explicación.
Vamos ahora con un par de asuntos que es necesario entender o, por lo menos, asumir para hacerse una idea de cómo funciona un sistema eléctrico. El primero es que el equilibrio entre producción y consumo de electricidad tiene que ser exacto en todo momento. Si produces (más bien inyectas) a la red más de lo que consumes el sistema se «cae». Si inyectas menos, se cae igualmente. Y eso en cada instante, literal. No existe manera de «almacenar» en el estado de la técnica actual, cantidades de energía mínimamente significativa a escala nacional. Resumiendo, si hay más demanda que oferta, la importamos (Francia y, en menor medida Marruecos) o apagamos zonas o mercados (normalmente grandes consumidores industriales, lo que se denominan industrias «electrointensivas»). Si hay más oferta que demanda, pues al revés, exportamos o desconectamos unidades de producción. El balance se hace de manera instantánea. No parece fácil de gestionar… ¡porque no lo es!

El segundo es la frecuencia. Lo que explicaba antes, la veces por segundo que cambia la polaridad en una red alterna. Esos 50Hz son «sagrados». Cualquier alteración, aunque sea en centésimas de ese parámetro debe ser inmediatamente corregido, si no, por autoprotección, los sistemas se desconectan. Es como si tuviéramos un engranaje girando (permítanme el símil porque haré otros más adelante) a cierto número de vueltas y le conectáramos, «a capón», un piñón a un número diferente de vueltas. La «rascada» es segura y, depende cómo, la rotura también, por lo que lo prudente es retirar el piñón. Tenemos entonces que, en cualquier sistema eléctrico, producción y consumo deben estar equilibrados en todo momento y hay que mantener la frecuencia establecida en una banda estrechísima alrededor de la nominal, en este caso 50Hz (nótese que, por ejemplo 50,3Hz sería completamente inasumible).
Vamos ahora con consumidores y productores
Diríase que es muy complicado saber cuándo se le va a ocurrir a alguien encender la luz de su casa o apagar el aire acondicionado. Pero la ciencia estadística viene en nuestro auxilio. 50 millones de personas (o cualquier cantidad significativa) no hace, estadísticamente, cosas distintas en circunstancias similares. En otras palabras, este jueves, si no es fiesta, no habrá distinto consumo que el jueves pasado… o siete semanas atrás. Eso se extrapola a todas las horas del día y cada de día se establece una previsión que, por lo dicho, se cumple.
¿Y qué pasa con los productores? Pues todas las compañías tienen unidades de producción de muy diferente naturaleza que deben cubrir la demanda. Como todos sabemos esas unidades de producción atienden a distintas circunstancias y pueden jugar papeles diferentes en cuanto a disponibilidad, flexibilidad y aportación a la estabilidad del sistema.
Vamos a darnos una vuelta por cada una de las más importantes.
- Energía hidráulica. Probablemente la más antigua y eficaz. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que cubría la práctica totalidad de las necesidades de España. Tiene todas las virtudes. Es barata, no emite nada a la atmósfera, es síncrona (aporta estabilidad a la red), tiene inercia (sus enormes generadores pesan muchísimas toneladas) y flexible (se puede controlar el caudal de agua para adaptarse a la demanda). ¿Todo perfecto?… ¿O no? Bueno, nos falta el detalle de que tiene que haber agua en los embalses, que en nuestro clima no se da siempre y que para construir esos embalses ha habido que sepultar en agua pueblos, desplazando a su gentes, desplazando o eliminando a su fauna y, en general un terremoto ecológico tanto para su construcción como para los cambios que necesariamente introducen en la dinámica ecológica de sus ubicaciones.
- Energía térmica. Básicamente consiste en quemar cosas. Tradicionalmente carbón, aunque en España ahora es casi todo gas que, mediante la técnica del ciclo combinado, aumenta notablemente su rendimiento. Es síncrona, tiene inercia y es flexible por el lado positivo. Por el negativo, necesita un combustible que tenemos que importar de proveedores «dudosos» y es, de largo, la más cara y la más sucia.
- Energía nuclear. Eficaz y controvertida (les remito a mi artículo que no hace muchos años se publicó en la Hoja del Lunes con el título de «La nuclear y los prejuicios»). Es síncrona, tiene inercia, no emite y es barata. Por el otro lado es controvertida como decía; requiere enormes inversiones, es muy poco flexible (tal como están montados los reactores españoles) y genera residuos sólidos que hay que tratar y controlar de por vida.
- Energía eólica. Es barata y no emite. Pero es inconstante (lógicamente depende del viento), es asíncrona, no tiene inercia, altera de manera evidente los paisajes y afecta significativamente a la fauna ornitológica de sus emplazamientos.
- Energía fotovoltaica. Es la nueva estrella. La más barata y no emite. También asíncrona, sin inercia y por su naturaleza, extensa e inconstante por los ciclos día/noche, verano/invierno, nublados, etc.
Hay otras como biomasa, termosolar, cogeneración y alguna más en las que no entraré porque su contribución no es comparable a las descritas.
Interesa saber que España consume entre 20 y 35 Gw. En el momento que escribo esto he mirado en la página, magnífica por cierto, de Red Eléctrica y estamos consumiendo, ahora mismo, 24,98 Gw frente a 24,99 previstos. Quédense con el número, la unidades no aportaran gran valor en este punto. Consumimos entonces entre 20 y 35. Ha habido puntas que superan estos números, pero en general son una horquilla representativa.
También interesa saber que la potencia instalada en España es de unos 123 Gw (según fuentes). Fíjense lo aparentemente sobrados que vamos. Pero no seamos tan simples. Vamos a ver dónde están esos 123 Gw e introduciré la «constancia» para indicar si su disponibilidad depende o no únicamente de la voluntad del productor y no de condiciones climáticas o ambientales fuera de cualquier control. Por ejemplo, de poco valen los 32 de fotovoltaica cuando es de noche o los eólicos si no hay viento.
Fotovoltaica… 32 Gw. Renovable. Es inconstante y no colabora a la estabilidad.
Eólica… 32 Gw Renovable. Es inconstante y no colabora a la estabilidad
Ciclo combinado… 24Gw. No renovable. Es constante y colabora a la estabilidad.
Hidráulica… 17 Gw. Renovable. Colabora a la estabilidad. Su constancia depende de la reserva de agua.
Nuclear… 7 Gw. No renovable. Es constante y colabora a la estabilidad.
Ya tenemos el cuadro general, sabemos cuánto necesitamos y de qué potencia disponemos. Ahora «sólo» falta elegir en cada momento los ingredientes necesarios para ajustar segundo a segundo consumo y demanda y mantener esos 50 Hz. Puede parecer muy complicado. Y lo es, pero está inventado. En la historia de España, no sé si del mundo «desarrollado», no se ha producido nunca un apagón comparable al que hemos tenido, al menos sin una causa catastrófica. Eso nos da pistas razonables de que la técnica se controla.
Además, para evitar disputas e intereses espurios de las compañías eléctricas, existe una entidad, una empresa en este caso que tiene el poder ABSOLUTO para intervenir sobre los productores de manera inapelable. Esa empresa es de naturaleza jurídica privada, pero en la que el Estado se reserva una minoría de control del 20 %. Otra pista.
También es conveniente saber que las renovables y, especialmente la fotovoltaica, ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos diez años que es cuando se han instalado la mayoría de sus 32 Gb. Con semejante potencia, que casi cubre el total de la necesidad en días soleados, ha habido momentos en que se ha estado muy cerca.

Pero eso tiene riesgos. Precisamente las renovables no aportan estabilidad al sistema ni por inercia (su energía no vienen de grandes generadores cuyo pesadísimo rotor gira en el régimen que se elija) ni sincronía (no pueden reencauzar las pequeñas fluctuaciones de frecuencia inevitables en redes complejas) y como hemos explicado eso es «PELIGRO DE MUERTE», entendiendo por muerte un apagón general causado por cualquier circunstancia de la que se produce cada día y que son neutralizadas por el resto del sistema… cuando el sistema está operativo, claro. Y operativo, es en condiciones de compensar cualquier cosa. Un productor que se desconecta por una avería, por un incendio, por lo que sea. Hay miles de unidades de producción y millones de centros de consumo.
Y aquí entra la política que, ya de entrada se ocupa de poner al frente de Red Eléctrica a una persona de formación «registradora de la propiedad» y de currículum técnico y de gestión, haber sido nombrada ministra de vivienda en un gobierno de Zapatero. El resultado es que, como teníamos que ser los «campeones» de la sostenibilidad y de la «renovabilidad» hemos puesto en riesgo el sistema eléctrico español con decisiones irresponsables y suicidas. Pero no una vez, muchas veces. Está documentado por las compañías eléctricas y por la propia Red Eléctrica que nos movíamos por el alambre. Que estuvimos varias veces en el último año al borde del colapso y que habría que tomar medidas. Tanto en la inversión en la red, como en la elección del «mix» que aporta energía en cada momento.
En resumen, ¿qué ha pasado?
Pues lo que ha pasado es que, para apuntarse una medalla no sé si ante el electorado, ante Europa o ante quien lo quisiera escuchar, hemos dado tal prioridad a los recursos renovables (incapaces con la tecnología implementada de aportar estabilidad) que hemos dejado al sistema indefenso ante las oscilaciones que se pudieran producir.
El problema no es la oscilación que dicen que tardarán meses en encontrar, da igual. Se han producido oscilaciones, y gordísimas, toda la vida. Esa es la excusa.
La causa es una gestión sectaria, ideológica y acientífica de un bien fundamental como es la energía eléctrica del que dependemos todos y la prueba más evidente es que durante días después del «apagón» afirmaban sin pudor que no sabían la causa, pero sí sabían que no se volvería a producir. Como siempre nos toman por imbéciles… y les va bien.
Les invito a mirar (es fácil) el mix en el momento del apagón y el de los días posteriores hasta hoy, con climatología y consumos similares.
La cuestión es tan simple como esto.
- Las nucleares son peligrosas. Chernobyl, Fukushima, Nagasaki….
- Las térmicas son sucias. Y es verdad, pero han sido la base de nuestro progreso y todavía aportan más potencia, estabilidad y flexibilidad que ninguna otra.
- Los embalses son de Franco, aunque curiosa y excepcionalmente están rebosantes como nunca.
- Eólicas y fotovoltaicas son divinas, aunque nos sometan a los riesgos que nos han hecho hacer el ridículo mundial y ¡OJO! a casi una decena de paisanos les ha costado la vida. Y miles han «disfrutado» de horas atrapados en un ascensor, en túneles de trenes y tantas circunstancias que implican semejante desastre.
Les voy a poner un símil para ir acabando que pienso que pude ser ilustrativo entre tanto dato. Imagínense un pueblo dividido por un río. Hay una pasarela que, más bien que mal, cumple su función pero fue construida en tiempos de Primo de Rivera utilizando mano de obra casi esclavizada y el nuevo alcalde lo detesta. Encarga a unos artesanos que, utilizando esparto, que además es autóctono, tejan un puente, peatonal también, pero sin los «estigmas» del viejo puente.Y animan a la gente primero y presionan después para que el tránsito lo hagan por la nueva y ecológica pasarela. Un mal día de temporal con rayos, viento, lluvia y el río crecido, éste se desmorona con unos cuantos vecinos que caen al agua. Inmediatamente desvían el paso por el otro puente, aseguran que no se volverá a repetir y centran todos sus esfuerzos en buscar la causa por la que se ha roto el puente de esparto.
El problema no es el puente de esparto, es dejar de hacer lo que se sabe que funciona para probar otras cosas más acordes con mi ideología, por ser benevolente, o con mis intereses, por serlo menos. A sabiendas de que se asumen riesgos, de que te puedes caer. Se escuchó la semana pasada de un periódico extranjero que el apagón fue un «experimento» del gobierno español. Desconozco si es verdad, pero no lo creo ni necesario. Con lo actuado ya se tomaron riesgos inasumibles que, por supuesto, pagamos todos, algunos muy, muy caro.
Ya para acabar, recordar que el desastre de Chernobyl fue el resultado de un experimento.
Esperemos que esta desgracia sirva para que, como reza el viejo dicho español, dejemos los experimentos sólo para la gaseosa.
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