Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Censura 2.0: cuando el poder se disfraza de regulación digital

No nos engañemos: la censura digital no es un problema lejano, ajeno a nuestras democracias occidentales. En Europa y en Estados Unidos se debate cada día sobre cómo regular la desinformación y el discurso del odio. La tentación de convertir la ley en una mordaza está siempre presente. Y aunque en muchos casos las intenciones sean legítimas, la delgada línea entre la protección y la restricción se cruza con demasiada facilidad. Esta reflexión inicial viene sustentada por un dato impactante que centraba un reportaje del periódico británico The Guardian publicado en los últimos días a partir de un informe de IDEA (International Institute for Democracy and Electoral Assistance: La libertad de prensa global ha sufrido la mayor caída en 50 años”.

El informe del International IDEA revela que la libertad de prensa ha empeorado de forma más pronunciada en los últimos cinco años que en ningún periodo semejante desde que se comenzaran los registros en 1975. De los 174 países analizados, 94 han registrado retrocesos en la democracia en los últimos cinco años, incluyendo declives significativos en la libertad de prensa. Solo alrededor de un tercio de los países ha mostrado mejoras. Por una parte, el caso más flagrante es el de Palestina, donde casi 200 periodistas fueron asesinados desde octubre de 2023, y existe un bloqueo para la entrada de prensa internacional independiente en Gaza.

En el llamado “primer mundo”, los datos revelados también son preocupantes. El caso de los Estados Unidos de Norteamérica es bien significativo. El informe señala que EE.UU., considerado históricamente como uno de los bastiones de la democracia, ha mostrado pérdidas significativas en su influencia pro‐democracia, así como deterioro de sus instituciones y su capacidad simbólica para promover valores democráticos en el extranjero. Fue añadido a la lista de “democracias que retroceden” por primera vez en 2021, tras identificar signos visibles de declive desde 2019. En las conclusiones del informe, el secretario general del IDEA, Kevin Casas-Zamora, defiende combatir esta situación con la exigencia de que las democracias protejan no solo elecciones justas y el Estado de derecho, sino que lleven a cabo reformas gubernamentales que garanticen equidad, inclusión y prosperidad compartida. Aunque nuestro país no aparece en la lista de los países con retrocesos más graves, viendo algunos ejemplos como el de EE.UU. o la también citada Corea del Sur, nuestra prensa podría verse sometida a presiones políticas, judiciales o económicas similares si no se refuerzan las garantías de independencia. Por una parte, están las posibles consecuencias de la concentración mediática entorno a los grandes grupos (Prisa, Atresmedia, Mediaset, Vocento, entre otros) que puede plantear un riesgo de uniformidad de discursos y de dependencia de intereses empresariales o publicitarios.

La amenaza de la polarización política puede deteriorar también la libertad de prensa, en tanto que a medida que crece la tensión política se pueden incentivar los intentos de desacreditar, presionar o instrumentalizar los medios, minando la confianza ciudadana en la información. De esa manera pueden promoverse casos de presiones o demandas estratégicas contra periodistas, por lo que es necesario reforzar la protección legal y laboral de los profesionales de la información. El debate de la legislación en materia de regulación digital también puede ser un momento clave para defender la calidad de la comunicación y el intento de frenar voces discordantes. Debemos demostrar cómo es posible combinar la lucha contra la desinformación con una plena libertad de prensa. Si países con democracias consolidadas han comenzado a retroceder, ¿por qué íbamos a estar nosotros a salvo? La libertad de prensa no se pierde de golpe, sino a base de pequeñas concesiones que parecen razonables en el momento.

Todo ello si tenemos en cuenta que, en un mundo globalizado, ya no hablamos solo de censura tradicional, sino de nuevas formas: bloqueos de redes sociales, espionaje digital, presión a plataformas tecnológicas. Una realidad que empieza a detectarse, según el informe anterior, en países como Pakistán o Nepal, donde conocimos estos días el bloqueo de redes sociales por parte del gobierno tras exigir un registro obligatorio, que provocó protestas juveniles de gran calado y con gran repercusión política. La censura, pues, ya no se limita a prohibir periódicos o cerrar redacciones: ahora se ejerce mediante algoritmos, bloqueos de plataformas y espionaje masivo. El discurso oficial suele justificarlo con la lucha contra la desinformación o la seguridad nacional, pero en la práctica limita la pluralidad informativa. Habría también que analizar el papel ambiguo de las plataformas digitales: ¿son garantes de libertad de expresión o cómplices por intereses comerciales y políticos? Necesitamos, ahora más que nunca, refutar contraargumentos como el de “hay que controlar las redes para frenar bulos y odio”. Podemos estar de acuerdo en la premisa, pero estos límites tendrán que ser transparentes y con garantías democráticas, no a discreción de gobiernos autoritarios.

La libertad de prensa es un termómetro democrático: si se permite que caiga, las demás libertades vendrán detrás. Defendamos un periodismo independiente y exijamos transparencia en las regulaciones digitales. El derecho a la información veraz es de los lectores, de la ciudadanía. La libertad de prensa no es un privilegio corporativo de periodistas y medios, sino un pilar de cualquier sociedad democrática. Por eso conviene alzar la voz ahora, antes de que la censura 2.0 se normalice como parte del paisaje digital. Necesitamos más periodismo independiente, más transparencia en las regulaciones, más garantías para que los gobiernos no utilicen la excusa del caos informativo como un cheque en blanco para recortar derechos. Y, sobre todo, necesitamos lectores exigentes, capaces de reclamar su derecho a informarse sin filtros interesados.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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  • Censura y autocensura. Ahí es nada todo lo que planteas en tu denso y fecundo artículo. Al final planteas una parte de la solución al problema de la libertad de expresión. «… Y, sobre todo, necesitamos lectores (se sobreentiende que también radioyentes y telespectadores) capaces de reclamar su derecho a informarse sin filtros interesados». Dices bien «necesitamos», porque no los tenemos o son muy poquitos. Llevamos lustros de una ‘política educativa’ nefasta, quiero decir que, junto a deficiencias enormes en la enseñanza a todos los niveles, hemos fallado en lo que no es sólo docencia sino educación en valores en la familia (fundamental) y en colegios, institutos y universidades. Negro panorama en los medios de comunicación y oscurísimo panorama de nuestra sociedad global empezando por nuestros más que mediocres partidos políticos.