Aunque no empiece con la letra F, a este titular habría que añadirle «y el horario». El horario establecido para el partido del Hércules y el Onteniente, este pasado sábado, fue el de las 20.30h. Las ocho y media de la tarde. A alguna mente prodigiosa, respondiendo a no sé qué criterio, se le ocurrió fijar este horario para el partido correspondiente a esta jornada. Quizá no se le ocurrió entrar y consultar Internet para ver que decían las previsiones meteorológicas. Eso hasta podría ser disculpable. Quizá lo hizo para no hacer coincidir el partido de Alicante con alguna retransmisión deportiva de Barcelona, Real Madrid, o Atco. de Madrid, pero es que ni por ahí tiene la cosa justificación, porque a la misma hora jugaba el Bilbao contra el Madrid.
El caso es que a la hora del encuentro y merced a la bajada descomunal de temperatura, nos encontramos en la ladera del Monte Tossal, con una sensación térmica de cuatro o cinco grados de temperatura. Algo excesivo y atípico por estos lares, somos alicantinos y mediterráneos, todavía no somos de Burgos, ni de Vitoria, ni de Valladolid. Como consecuencia de todo ello, la sufrida afición, que visita cada quince días el Rico Pérez, entre cinco mil y cinco mil quinientas personas, se vio reducida a tres mil asistentes. A más de dos mil, se le helaron las carnes, la mente o las ideas, y dejaron su presencia para mejor ocasión.
Eso es tanto como decir que de una población de 330.000 habitantes en la capital, no llegó al 1 % los que acudieron al estadio. Si a eso le sumamos la población potencial del área metropolitana, dígase San Vicente, San Juan, Campello, el hecho raya el esperpento, dejando ya al margen la circunstancia de estar en Segunda B.
Había que ser valiente de verdad, entre frío, humedad, y lo que llaman sensación térmica real, para acudir el sábado a las ocho y media de la tarde a presenciar el partido entre el Hércules y el conjunto valenciano del Ontinyent.
A la postre empate a un tanto. Y como casi siempre a remolque. Un punto que vale para bien poco en propia casa, porque lejos de sumar uno, se dejan de sumar dos. Si con algo bueno podemos quedarnos, es que los tres mil asistentes son herculanos de verdad, herculanos hasta la médula, y hasta la muerte. Si a esos tres mil, se les pudiera multiplicar por diez, entonces tendríamos treinta mil. Tanto como decir que, en tales circunstancias, tendríamos en valores proporcionales la mejor afición de España.
Sobre el terreno de juego, más de lo mismo. El efecto Claudio parece haberse diluido, o congelado, podríamos decir. De no ser por la genialidad de un canterano ávido de minutos y oportunidades, llamado Álvaro Salinas, estaríamos hablando de una nueva debacle total, semejante a la del día del Saguntino. En este caso ni tan siquiera jugamos bien, lo hicimos mal. Y con este entrenador y con el anterior, volvemos a los argumentos de las columnas de opinión de hace ya bastantes jornadas.
Si este equipo se hizo para ascender, se ha fracasado y algo le falta. Pese a mayor o menor presupuesto. Si se quiere optar a estar en puestos de promoción para jugar el ascenso, la secretaria técnica tiene a partir de enero que hacer los deberes. Un organizador o dos como Dios Manda. El centro del campo no carbura, y arriba falta mordiente. Todo el mundo hace lo que puede, pero parece que no es suficiente.
Y mientras tanto a pedir que la climatología vaya atemperando. Ojalá que llueva mucho, pero este frío por estos lares es demasiado para el cuerpo. Y si no que se lo digan a los dos mil habituales que dejaron de asistir. El cómodo sofá de casa, o la acogedora cafetería del barrio, viendo al Real Madrid, les echó para atrás. Y sobre todo el FRÍO.
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