La asociación de personas con inteligencia límite, que atiende desde 1992 a unas 100 familias en Alicante, reclama suelo para llegar al triple de gente dado que no puede extender su labor psicosocial, educativa y de inserción laboral debido a la falta de espacio de su local actual.
El trastorno de inteligencia límite es una discapacidad en cierta forma invisible, porque las personas afectadas no tienen rasgos físicos aparentes —al contrario por ejemplo que las personas con síndrome de down— y que se conoce desde hace relativamente poco. A menudo cuenta con un diagnóstico tardío y produce un alto índice de fracaso escolar. Son personas con un índice de inteligencia entre 70 y 85, el límite, como dice su nombre, de lo que mal llamamos “normalidad”. En Alicante las familias con personas afectadas se agruparon desde 1992 en una asociación que llamaron ANILIA y que realiza una importantísima labor social, reconocida por las administraciones públicas y por empresas y entidades que la apoyan. Sin embargo, como cuentan sus responsables a la Hoja del Lunes, esta ayuda se ha estancado hasta un punto que para poder seguir creciendo y realizar su trabajo necesitarían “el triple de espacio” del que ahora cuentan. En estos días ANILIA vuelve a abrir su mercadillo navideño de comercio solidario en la sede local de Alicante de Arzobispo Loaces, 7, en el centro de la ciudad. Sus responsables reciben a la Hoja del Lunes para que los alicantinos conozcan un poco más lo que hacen y los medios con los que cuentan.
Esta asociación sin ánimo de lucro, cuyo presidente y fundador es José Vicente Bautista Llorens, ha evolucionado con la sociedad desde unos inicios precarios en los que esta discapacidad “apenas era conocida y se confundía con otras”, según nos explica Sabrina Caro, coordinadora técnica de ANILIA. “Atendemos a unas 100 familias, la mayoría con hijos e hijas con inteligencia límite ligera”, detalla de un trastorno caracterizado porque no cuenta con rasgos aparentes y por las dificultades con las tareas del día a día. La falta de rasgos aparentes es “contraproducente” porque a menudo produce diagnósticos tardíos “asociados a trastornos de déficit de atención por hiperactividad (Tdah) o personas inatentas o incluso gandulas”. A nivel científico la definición ha variado en los últimos años y en la actualidad se les sitúa con un nivel de coeficiente intelectual de entre 70 y 85 para inteligencia límite y entre 70 y 79 para la ligera. Estas personas necesitan apoyo en las aulas porque en la mayoría de ocasiones la inteligencia límite va asociada al fracaso escolar: no alcanzan los contenidos mínimos curriculares y suelen abandonar los estudios a los 15-16 años.

¿Cómo nace ANILIA?
“En 1992 se juntan familias con este diagnóstico que no era muy conocido. En su día eran niños pero ahora ya son adultos y algunos ya están a punto de jubilarse”, explica Caro y “todavía siguen aquí”, apuntilla Gema Soler, responsable del programa de Montes. El trabajo que realizan aquí se centra en la formación, inserción laboral, apoyo a familias y atención psicosocial. Esto se traduce en cuatro programas formativos de cualificación básica, homologados por la consellería de Educación y Empleo, que les proporciona un certificado de profesionalidad de nivel uno para acceder al mercado laboral. Estos programas les enseñan a trabajar en actividades auxiliares en mantenimiento y mejora de montes; actividades auxiliares en jardinería; actividades auxiliares en comercio y cortinaje y complementos de decoración. Están dirigidos a personas entre 16 y 21 años y al ser de familias compatibles pueden cursar dos a la vez, aunque si entran a los 21 se pueden seguir formando hasta los 24 con itinerarios personalizados de empleo y programas propios. A partir de esta edad, ANILIA también colabora con Labora, el servicio valenciano de empleo y formación, cuando estas personas ya han adquirido la madurez y habilidades que les pueden conducir a la inserción laboral.
En esta segunda fase de inserción la asociación les ayuda a encontrar empleo con un seguimiento personal, porque “buscar trabajo también es un trabajo”, recuerda Sabrina Caro. “Les ayudamos con las entrevistas, acompañamiento con búsquedas en las webs, les enseñamos a inscribirse en Labora y en las principales plataformas…”, enumera. ANILIA tiene además convenios con empresas que les comunican vacantes que se pueden adaptar a su formación y cuenta con un centro especial de empleo llamado Poda, cuya actividad principal es el mantenimiento, limpieza y jardinería. Para las personas que no llegan a adquirir habilidades para el empleo existe un aula ocupacional en la que aprenden habilidades sociales para el día a día, como manejo del dinero, estimulación cognitiva… “Es para personas que no se van a poder insertar o que ya han venido muy mayores, de estar en casa sin ningún tipo de atención”, detalla Gema Soler. “Estamos detectando a gente cuyos padres están falleciendo y sus hermanos no saben que hacer con ellos. Hemos creado un aula de día, en la que los atendemos desde los 50 años en adelante”, cuenta Sabrina. También para los que están llegando a la edad de jubilación.

La tercera y cuarta pata de la actividad de ANILIA es el apoyo a familias y ayuda psicosocial. “Muchas familias vienen desorientadas de cómo pedir el certificado de discapacidad, se les ayuda en esto y en la realización de informes, una tarea ardua y costosa, especialmente desde el COVID. Y también en la solicitud de las ayudas a la dependencia”, recuerda Caro. “Es muy importante el apoyo en el día a día con la gestión de conflictos, conductas disruptivas…”, señala, para lo que cuentan con talleres, cursos y sesiones grupales para los familiares. Aunque en la práctica es una labor “individualizada y adaptada a cada caso”, porque los talleres no siempre tienen la respuesta que sería necesaria.
¿Cómo se mantiene esta ingente actividad y qué necesita la asociación para no desaparecer? Nos lo explica Lola Ramírez, directora/gerente del centro. ANILIA recibe financiación del ayuntamiento y la diputación de Alicante; de la Generalitat, a través de las consellerías de Educación/Empleo y de Servicios Sociales, y de entidades privadas como la Obra Social La Caixa, entre otras. Los socios pagan una cuota muy pequeña que va de los 20 a los 35 euros mensuales y que apenas ha variado desde la fundación de ANILIA en 1992. “El problema, aparte de las ayudas, es sobre todo de espacio. La asociación ha crecido y con las instalaciones actuales ya no podemos atender a las 10/15 familias que tenemos en lista de espera”, asegura Ramírez. El centro cuenta con unos 600 metros cuadrados y necesitarían al menos el triple para adecuarse a las necesidades del centro de día y de la homologación de aulas que exige Labora. “Podríamos atender al doble o triple de gente y optar a conciertos con los centros de día, que en muchas ocasiones tienen listas de espera de 6 años”, explica Ramírez. “Nosotros tenemos un presupuesto de 400.000 euros pero las ayudas del ayuntamiento este año han sido de 450.000 pero para 59 asociaciones”, lamenta la gerente, que apuesta porque el consistorio ceda suelo en las futuras ordenaciones urbanas del Plan General, por ejemplo en la zona de Babel. “Necesitamos suelo dotacional, pero hasta ahora el ayuntamiento no se ha reunido con nosotros, pedimos hablar con el alcalde pero nos remiten a los técnicos de bienestar social, que no pueden tomar esas decisiones”, detalla Ramírez. “El tema es el suelo dotacional: yo no puedo plantear más proyectos a la consellería si no tengo espacio, si el ayuntamiento cede suelo de uso socio-educativo, entonces nosotros podríamos negociar con la Generalitat para ampliar los programas”, afirma. “Entendemos que hay muchas asociaciones con necesidades, pero para estas personas hace falta un espacio propio que no se puede compartir porque están envejeciendo y se nos quedan para siempre”, apostilla Gema Soler. En estos momentos y con las restricciones que impone Labora sólo pueden mantener un aula homologada para 10 personas. Y si hay que colaborar con empresas para darles trabajos hechos “no tenemos espacio para manipular”, añade Soler. Más espacio para formación pero también para que puedan trabajar.

Mientras nos enseñan las instalaciones, podemos ver a un grupo de jóvenes que asiste atento a las explicaciones de sus monitores y otro grupo acaba de llegar de una visita guiada de su itinerario formativo, en este caso como auxiliares de limpieza de montes. Se prestan con gran amabilidad para hacer unas fotos junto a la exposición de los trabajos de confección y nos dan pinceladas de la satisfacción que les supone “aprender y ser útiles” para una sociedad que en gran parte desconoce los problemas que supone vivir con esta discapacidad. Las personas que quieran colaborar y conocer más detalles sobre ANILIA pueden acudir hasta el 22 de diciembre al mercadillo navideño de comercio solidario, en el que se ofrecen en exposición centros florales, de mesa, adornos navideños… todos confeccionados por los alumnos del centro. La sede está en la calle Arzobispo Loaces, 7, en el centro de la ciudad y el horario es de 9.00 a 14.00 horas. Un montón de pequeños gestos pueden suponer una ayuda importante para esta gran labor social, cuya labor no se limita a estas fechas y que necesita el apoyo de los alicantinos durante todo el año. Para que la inteligencia no sea un límite para su felicidad.












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