Contra todo pronóstico, la artista catalana rompe con lo masivo y nos lleva al clímax con un viaje introspectivo que recorre la feminidad, el duelo, la vulnerabilidad, la dualidad entre pureza y deseo, así como su metafórica muerte y resurrección.
El cuarto disco de estudio de Rosalía Vila Tobella (San Esteban Sasroviras, 1992) es más que un triple salto mortal sin red. En el circo de lo mediático, el estigma infinito de oyentes mensuales y número de streamings en plataformas, la obsesiva persecución de un inalcanzable algoritmo en redes sociales y la caducidad que sentencia las ansias de inmediatez, Rosalía nos propone parar, frenar en seco.
Concebido a fuego lento, Lux supone la libertad de la propia artista. Después del indiscutible éxito que cosechó con Motomami (2022), nada nos hacía intuir que su propuesta artística iría por estos derroteros. Grandes nombres como Björk, Yves Tumor, Yahritza y su Esencia, Carminho, Silvia Pérez Cruz y Estrella Morente son aliados en esta burbuja sonora que requiere ser escuchada, no oída. La misma artista ha manifestado cómo las religiones de oriente y occidente han influido en su composición. Y más concretamente, aureola en su cabellera mediante, las históricas vírgenes mártires desde, por ejemplo, Juana de Arco a la peruana santa Rosa de Lima. Y es en cierto modo esta multiculturalidad la que le ha empujado a experimentar con arreglos musicales de cámara, de orquesta sinfónica y corales que llevan las letras a salirse del circuito convencional y poder interpretarse en contextos litúrgicos (si el Vaticano lo autoriza).
Nada está elegido al azar en este proyecto y de ahí su presentación oficial en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, una cúpula no sacra que sirvió de marco alternativo a las catedrales para ambientar la escucha VIP a la que asistieron, entre otros, Amaral, Amaia, Omar Montes, Samantha Hudson y Paco León.
La multiculturalidad está muy presente en este nuevo proyecto musical y podemos oír cantar a Rosalía hasta en 13 lenguas que van desde el alemán al chino, pasando por el portugués, el árabe o el ucraniano. Más allá de lo que digan los críticos musicales “oficiales”, obviamente casi todo está inventado en la música. Si el adelanto Berghain nos hizo recordar la Bohemian Rhapsody de Queen, lo que ocurre en este disco no es comparable.
Lux es la autoafirmación de la artista para exponerse creativamente con la honestidad que la sitúa en la privilegiada posición de hacer lo que le da la gana con un presupuesto faraónico que, en el futuro, nos hará recordar este proyecto como una propuesta valiente que en sí misma es una obra de arte.












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