Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Música

300 años siendo tendencia: Vivaldi y sus 4 Estaciones

Imagen generada con ChatGPT.

Las Cuatro Estaciones de Vivaldi es una de las obras más universales y populares jamás escrita por
compositor alguno. Sé muy bien que esta afirmación no tiene nada de novedoso, pero valdría la pena detenerse a pensar hasta qué punto ha llegado. Puede resultar realmente sorprendente.
Y es que, si tomamos en cuenta que fue escrita aproximadamente en 1721 —aunque fue publicada 4 años más tarde, en 1725 (Sí, este año se celebran 300 años de su publicación… Relevante efeméride)—, sorprende la vigencia que mantiene y su fórmula para evitar el envejecimiento.

Las notas de los distintos conciertos o «estaciones» han servido de banda sonora a multitud de anuncios de radio y televisión de distinta índole, escenas de películas de diferente carácter, videos en redes sociales, exhibiciones de gimnasia o patinaje artístico, coreografías, desfiles, ceremonias… He tenido la suerte de que mi trabajo me ha permitido viajar por muchos países distintos y prácticamente en todos he escuchado algún fragmento fuera de las salas de concierto o los conservatorios.

Pero… ¿Cómo es que una obra escrita en la primera mitad del siglo XVIII llega a competir en popularidad con varios éxitos de la música que podemos escuchar en la radio? ¿Cuál es el secreto del éxito de este gran hit vivaldiano?

En primer lugar, vaya una aclaratoria que considero pertinente: desde el comienzo de estas líneas me he tomado la licencia de hablar de Las Cuatro Estaciones como una unidad. Es decir, me refiero a ellas como una sola obra. Y lo hago porque ciertamente, con el pasar de los años, ha adquirido ese carácter indivisible, sobre todo cuando se trata de grabaciones o interpretaciones en directo. Pero siempre hemos de recordar que se trata de una recopilación de 4 conciertos para violín y orquesta distintos, cada uno con 3 movimientos contrastantes al mejor estilo del concierto italiano de la época, que bien podrían interpretarse independientemente sin ningún problema. De hecho, resulta curioso que cuando se tocan, siempre hay dudas en el público al final de cada
«estación»; algunos deciden aplaudir mientras otros les miran con cara de desprecio ante un supuesto gesto de ignorancia. Pero la verdad es que ambos caminos son válidos: entender cada concierto como una obra individual o darle un sentido de unidad que nos lleve desde el luminoso —y deliciosamente célebre— inicio de La Primavera hasta el dramático y contundente final de El Invierno.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, Vivaldi logró con una genialidad abrumadora llegar directo a todos los sentidos de un público universal y diverso. Logró (y sigue logrando) mover y conmover el alma de nobles y campesinos, de sesudos eruditos y jóvenes despreocupados, de melómanos que conocen todas las versiones existentes en el mercado o de una sociedad tan dependiente de lo inmediato como la actual. Ha estado siempre presente y vigente. Y es que en esta obra Vivaldi nos habla de lo más cotidiano y cercano, de lo más común y predecible: del ciclo sin fin de la naturaleza y la relación del ser humano con la misma. Pero en sus notas, nos invita a maravillarnos con esa cotidianidad. En cada compás nos recuerda que en la vida tenemos dos posibilidades: transitar absortos en nuestros pensamientos y dilemas particulares o levantar la mirada y agradecer por cada manifestación de la creación que nos rodea, por insignificante que parezca.

Y así, Vivaldi nos presenta mil matices que ilustran momentos como la llegada de los colores de la primavera y el canto de los pájaros, los ladridos de un perro mientras su pastor duerme la siesta, el calor agobiante del verano y las fieras tormentas que suelen aparecer durante la estación estival, la vendimia y la caza durante el otoño, el caminar sobre el hielo, las gotas de lluvia helada vistas por la ventana desde el calor del hogar y un sinfín de detalles más, descritos con una serie de melodías inolvidables que, insisto, siguen compitiendo en nuestros días con los 40 principales de distintas épocas, además de un excepcional tratamiento de la escritura para el violín que sentó un precedente en el desarrollo de la música para este instrumento que llegó a cumbres inesperadas de virtuosismo y expresividad en años posteriores.

Pero Vivaldi fue más allá. Fue transgresor e irreverente. A ver, Vivaldi era un cura. Parte de su música nos llega a transmitir una gran espiritualidad, como por ejemplo, ese sereno segundo movimiento del otoño que parece flotar de éxtasis entre acordes estáticos y que describe… ¡A los borrachos dormidos después de haberse puesto hasta arriba de vino durante la vendimia! (Proceso que también describe con una maravillosa cantidad de filigranas violinistas en el primer movimiento de esta estación). Y esto no me lo invento yo en libre interpretación. Cada uno de estos detalles está escrito con palabras sobre las notas musicales, dando guía y sentido a lo que deben hacer los intérpretes. Algunos atribuyen estas frases, presentes en la edición original, al propio Vivaldi, aunque aún no hay pruebas de que él haya sido el autor.

Esta semana, el sábado 18 de octubre a las 20h en el Palacio de Congresos de Alicante, tendré la suerte de reencontrarme con esta partitura junto a Virtuós Mediterrani y la maravillosa violinista polaca Natalia Dragan, que con tan sólo 15 años ha conquistado cerca de 80 concursos internacionales. Con ello abriremos nuestra quinta temporada de conciertos. La ilusión no puede ser más grande. Es cierto que podemos escuchar muchas veces Las Cuatro Estaciones en nuestra ciudad tocadas por cuarteto de cuerdas o por violín sólo o acompañado de piano, por ejemplo. Pero la versión original, que enfrenta al solista con la orquesta transmite una fuerza inigualable.. ¡¡Se me eriza la piel solo de pensar en el rugir de la cuerda completa atacando con valentía y decisión el torrente de notas que describen la poderosa tormenta del verano!!

Además, los amigos de Tramoya Teatro y algunas herramientas tecnológicas como la pantalla de la sala, ayudarán en esta ocasión a que el público tenga una experiencia inmersiva, ahondando aún más, si se puede, en todos estos detalles de texto forma y origen que hacen de esta obra una genialidad irrepetible.

Espero que Vivaldi toque una vez más lo más profundo de todos los que acudan a su encuentro, esta vez bajo mi batuta y con nuestros chicos. Y ojalá que a todos nos sirva como inspiración para despegar un poco la mirada de los teléfonos, para respirar un poco de los problemas y admirar con más cariño las maravillas que nos rodean y que la creación de Dios nos ofrece a todos por igual.

Gerardo Estrada Martínez

Director de orquesta, violinista y compositor venezolano afincado en Alicante. Fundador y titular de la orquesta de cámara Virtuós Mediterrani.

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