Hay una bonita historia sobre esta tierra que siempre fue de acogida. Un lugar habitado por pueblos diversos que convivieron en este espacio que hoy llamamos Comunitat Valenciana. Nos guste o no, somos una mezcla fruto de nuestro pasado. Muchos pueblos y culturas pasaron por aquí, y los más sabios de ellos decidieron quedarse para siempre.
En la Edad Media, especialmente en las comarcas del sur, encontramos esa mezcla de gentes de distinta procedencia, con culturas y orígenes diversos. No somos tierras de ADN ni RH único —afortunadamente—. Desde hace siglos estamos acostumbrados a acoger, a aprender y a mezclarnos. Fuimos parte de esa gran potencia, España, que conquistó un Nuevo Mundo y creó el mestizaje. Nunca fuimos tan delicados como los galos ni tan exquisitos como los bretones o los anglosajones. Somos así, ¡qué le vamos a hacer! Poco se habla de esta contribución a la Humanidad de nuestros ancestros.
Volviendo a aquí, en aquellos días que hoy conmemoramos, Jaime I se hizo fuerte en Valencia y conquistó, para la Corona de Aragón, estas tierras: territorios de frontera con el Sharq Al-Andalus, disputados entre los reinos cristianos de Castilla y Aragón. Las alianzas, vasallajes y pactos entre ciudades y castillos creaban un mapa difuso, difícil de entender hoy y, por eso mismo, fácilmente manipulable según la ideología o el interés del momento. Pancatalanistas y perroflautas han sido máximos exponentes de ello.

Almazara Finca Morote (Web).
Alicante debería saber que, si quisiera celebrar su anexión a la Corona de Aragón (hecho este datado en 1296), debería hacerlo el 22 o 23 de abril. Fue entonces cuando, según el cronista Muntaner —un magnífico “periodista” medieval— Jaime II tomó posesión del castillo de Alicante y sumó las tierras alicantinas a su corona tras el Tratado de Torrellas de 1304, arrebatándolas a Castilla: su aliada contra los musulmanes, pero rival ibérico en la península.
El Nou d’Octubre, Valencia conmemora la consagración de la antigua mezquita en iglesia y la toma consiguiente del territorio del Reino de Valencia hasta la línea de Xexona, por Jaime I. Esa línea es, todavía hoy, frontera lingüística, que recorre Biar, Castalla y llega hasta el barranc d’Aigües, actual El Campello.

¿Tenemos, por tanto, algo que celebrar? Tal vez sí. Esta fiesta podría servir para ese propósito tan buscado —y tantas veces repetido— de lograr una verdadera vertebración de estas tierras. Sería fantástico sentirnos un pueblo unido, con un destino y objetivo comunes: una tierra basada en la igualdad de oportunidades para todos sus habitantes, capaz de progresar desde el presente hacia el futuro.
Cualidades no nos faltan. Hemos demostrado ser emprendedores, saber movernos por el mundo y ser un pueblo abierto, alegre y solidario, capaz de trabajar duro cuando hace falta. Es cierto que queda mucho por hacer, y que las realidades culturales, geográficas y vitales son muy diferentes entre la Vega Baja y el Maestrazgo, o que Elche y Alicante están bastante lejos de Valencia. También es cierto que persisten los problemas de concentración de poder en el Cap i Casal, algo que ya no debería ocurrir después de tantos años de autonomía.
Aun así, somos —o podemos ser— un gran pueblo. Y si la fiesta cae en jueves, tanto mejor: así aprovechamos un buen puente y quizá coincidimos con nuestros vecinos en Cancún, Trondheim o Reikiavik…
Pero hoy quiero recomendar otra cosa, más cerca de casa: conocer la huerta alicantina. La Almazara de Morote organiza visitas guiadas a su almazara del siglo XVII, que conserva en perfecto estado, junto con su lagar donde aún se puede pisar la uva. Además, ofrecen una degustación de productos alicantinos y un paseo en carro para descubrir cultivos, acequias y el paisaje único de la huerta. Todo ello por menos de 20 chipilines —vamos, lo mismo que un billete de Ryanair si lo compraste hace un año—. Haciendo amigos.
Una bonita forma de disfrutar en familia del puente, sin gastar mucho, cerca de casa y recorriendo los mismos caminos por donde un día llegó el rey justo a nuestra tierra.
Vamos.












Ser bilingües es una riqueza que muchos no quieren entender. Somos herederos de un Rey Justo y de un Rey Sabio. Hay muchos cazurros por ahí que ni son justos ni sabios, Ni quieren serlo. Buen homenaje tu artículo a la fecha que conmemoramos.
Cazurros haberlos haylos siempre. Siempre nos quedará la hoja del lunes. Un espacio de libertad. Un abrazo