Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Inmigración, el negocio hipócrita de la izquierda

Organización Internacional para las Migraciones (OIM ONU).

Vox puso el dedo en la llaga al decir que hay que cerrar fronteras a quienes pretendan entrar de modo ilegal y que también es necesario devolver a sus países a quienes lo hayan hecho, especialmente a los menas, que deben volver con sus familias, y los que hayan cometido delitos en sus países de origen o aquí.

Es un discurso duro, pero la situación en gran parte de occidente, y España no es ajena, se está desbordando; al gasto enorme que suponen, se suma la desnaturalización de pueblos y ciudades, en particular las zonas más humildes. Al igual que pasa en Suecia —donde la criminalidad derivada de la inmigración ha disparado, nunca mejor dicho, el número de homicidios o atentados con explosivos—, le ocurre a Francia, Inglaterra o Bélgica, plagadas de zonas “no go” en las que la policía ni se atreve a entrar. Y nosotros, hasta hace poco uno de los países más seguros del mundo, vamos por el mismo camino.

La izquierda alega que necesitamos mano de obra que se ocupe de lo que nosotros no queremos hacer: agricultura, camareros, asistencia a ancianos. ¿De verdad falta mano de obra? España encabeza la lista de países con mayor paro de Europa. Randstad Research indica que en abril había 4,25 millones de personas demandantes de empleo. Según el diario El País (1, agosto 2025), detrás de la tasa EPA del 10,29 %, hay una infrautilización laboral del 20,86 % que combina desempleo, inactividad y subempleo involuntario, un indicador reconocido por Comisiones Obreras.

¿Con estas cifras de desempleo, de verdad, el único argumento, es que los inmigrantes vienen a asistir a nuestros abuelos? ¿Habrá algo más arrogantemente clasista? ¿Cuántos de esos menas que vemos en centros de acogida están dispuestos a hacerlo? ¿Y a nosotros, qué nos lo impide? Si una persona está en paro tendrá que aceptar los trabajos que haya, recoger patatas, servir mesas o cuidar ancianos, y si no quiere, pues se le retiran todas las ayudas. El estado del bienestar, cuando traspasa determinados límites, genera personas perezosas, irresponsables y dependientes, a la vez que atrae a otras deseosas de aprovecharse.

El argumento se mejora cuando nos dicen que ayudan a pagar las pensiones, que el envejecimiento —junto al invierno demográfico por una natalidad insuficiente—, tiene que ser compensado con aportaciones externas. Pero también esta premisa es falsa como muestra un estudio hecho por el gobierno de Dinamarca, ejemplo mundial de estado asistencial, el actual modelo de acogida de inmigrantes es un mal negocio. El saldo neto final nos sale negativo. Los inmigrantes no cualificados generan pérdidas al sistema y no contribuyen a sanear la caja común, aunque nos liberen de atender a nuestros padres o cortar limones.

Este es un asunto muy complejo porque los inmigrantes difieren en origen, cultura, usos, costumbres e intenciones; todos no se adaptan con la misma facilidad ni aportan igual valor, por ello su influencia en las zonas en las que se asientan es muy diferente. Reconozcámoslo, algunos además no desean integrarse, vienen al olor de las ayudas, pero desprecian nuestro orden social y político. Destinar recursos públicos a mantenerlos es meter el caballo de Troya en casa. El Estado del bienestar occidental es el faro que les indica a qué países ir, se aprovechan de nuestra caridad y humanidad, pero en cuanto alcanzan un umbral mínimo de población empiezan a imponer sus costumbres, enemigas de la mujer y refractarias con las minorías sexuales, en las que tanto pañuelo palestino se ve. Sí, claro que me refiero a que integrar a los musulmanes es más peligroso; lo vemos a diario, su religión representa un concepto totalitario de vida y es incompatible con los derechos humanos. Por razones que no caben en este artículo, las segundas generaciones se radicalizan y se convierten en un factor de disolución social y violencia. Pero eso a la izquierda caviar que vive en buenos barrios no le importa, menos si además consiguen que les voten y les quiten las cacas a sus mayores.

Inmigrantes llegados a Lampedusa. Foto: Flickr
Inmigrantes a su llegada. Foto: Flickr.

Posdata: Un inmigrante llega a pagar hasta 3000 € o más a las mafias por un viaje infernal en el que toda desgracia cabe, pero es que las leyes que tenemos, redactadas por los mismos que aplauden su masiva presencia, les impiden venir confortablemente en avión o ferry a probar suerte con el billete de vuelta asegurado y por mucho menos de la tercera parte del coste. Son cómplices de la trata de personas que dicen combatir. Los nuevos esclavistas.

 Y Vox tiene razón en lo esencial, pero debe mantener sus posiciones con un discurso más pulido y menos testosterónico; es el momento del valor sereno y la acción decidida, no de sacar pecho; de reconocer que, no pocos de los miembros de esta Umma, o comunidad de creyentes, son víctimas de una presión de la que no pueden escapar fácilmente, aunque vengan honestamente a trabajar e integrarse. Mientras tanto, la mejor ayuda es el cumplimiento estricto de las leyes y dejar de tapar delitos “racializados”, los datos indican tendencias y tasas que no debemos enmascarar.

Y sí,  yo quiero que se queden la impetuosa y sonriente Marwa, la  dulce e inteligente Naila o el educadísimo  y guapo Alá; ellos sí nos ayudan a mejorar nuestro país, que es el suyo, lo sé porque les he dado clase.

Miguel Ángel Robles

Miembro de la Plataforma de Docentes por la Libertad Lingüística, integrada en Escuela de Todos.
Licenciado en Educación Física; master en gestión deportiva; exconcejal del Ayuntamiento de Orihuela.
Fue preparador físico del Orihuela Deportiva en 2ªB, entrenador de base de baloncesto y actualmente ejerce como profesor en el IES Thader de Orihuela.

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