Comenzó ya de lleno el curso escolar con todas las peculiaridades propias de un inicio donde la pluralidad cada vez es mayor y donde, muchas veces, los profes nos las vemos y nos las deseamos para poder pronunciar los nombres del alumnado procedente de otros países. Bueno, incluso algunos de los de aquí también tienen a veces su aquel.
Es tanta la diversidad que, muchas veces, hasta que no comienza el curso físico y tienes a los alumnos y alumnas delante de ti no sales de dudas. Cuando te dan la lista de tu curso el primer día de septiembre y te pones a leer, te pones a sudar primero, porque no sabes cuál es el sexo del alumno y segundo, porque ya sabes que no vas a saber pronunciarlo correctamente cuando pases lista hasta que transcurran unos días.
Pero que no tienen porqué ser complicados, es que por ejemplo algo tan sencillo como Michael, puede llevar a lío porque puede leerse tal cual se ven las letras o Maikel. Y ese es de los fáciles. Si te llega un Matviy, un Gökhan, Svea o Dagmar ya puedes ponerte a llorar porque vas a sonar peor que Garci hablando en inglés cuando, en 1983, recogió el Óscar por Volver a empezar.
Y luego, claro, cuando tratas de unificar criterios pedagógicos pues, depende del lugar de procedencia, las operaciones se hacen de manera diferente y cada cual te hace una división como le enseñaron en su país y tú tratando de comprenderlas todas sin volverte loco. Ya les explicaré la técnica de restar usando el columpio.
Y así, una semana que ya era revolucionaria en sí misma se revolucionó más cuando el martes, segundo día, se suspenden las clases porque, según decían, iba a caer el diluvio universal, que lo de Noé iba a ser un chirimiri. Al final no cayó nada, al menos en la ciudad de Alicante y bueno, lo dicho, el miércoles pues eso, a hacer un Garci, un Volver a empezar.
Como volver a empezar está sucediendo con lo de las plataformas estas tan aparentemente seguras de compras online donde la peña está perdiendo el control y compra de casi todo, y a saco, porque con darle a un clic ya has llenado la cesta y, si vas sumando cosas de 2 euros, al final te has cargado más de 60 en cosas que jamás te comprarías como una agenda que brilla en la oscuridad, un deshuesador de aceitunas, o un sacapuntas con forma de elefante. Y no sé si se han fijado bien por dónde hay que meter el lápiz en todos los sacapuntas con forma de animal, que al final, después de tanto usarlo, vas a tener que ponerle Proctolog para que las hemorroides de mina no duelan.
Pero a lo que iba, que decía lo de volver a empezar porque hay veces que te llega un mensaje de que el paquete ha sido entregado y firmado y no es cierto, o aseguran que no estabas en casa en el momento de la entrega y sí estabas, o la insensatez de llamar a un vecino y dejar el artículo en la misma puerta porque así no vuelvo, con lo que me cuesta aparcar como para tener que regresar. Y luego que no te suelen pedir que te identifiques, y algunos ni que firmes nada, tan sólo abres la puerta y te lo dan, que tenga un buen día sea quien sea. Yo a ver si un día recibo de Barcala mi patinete para la tecera edad que al tiempo de que me llegue ya estaré en edad propia de utilizarlo.
Y fui a ver el concierto de Leiva. Un pedazo de concierto de dos horas de duración donde no entiendes cómo una persona tan delgada pueda moverse tanto sin que se le caiga el sombrero. El acto en sí no tenía desperdicio, no ya por la música con puesta en escena y sonido impecables, si no por todo lo de alrededor. Primero, las colas infinitas pero muy ágiles la verdad, si entrabas y te perdías, te perdías para siempre, incluso Michael con su flotador de flamenco se perdería entre la muchedumbre y jamás lo recuperaríamos hasta la salida. Pero es que antes de entrar, la peña ya se había montado su particular cena. Botellón en los coches con mesa y sillas plegables incluidas. Como el autocine, pero sin cine y con todo lo demás. Era como ir a la playa un domingo, pero al lado del Decathlon. La gente montaba sus chiringuitos y, si algo faltaba, pues al mega súper que hay justo al lado y continuar con la comida y la bebida porque dentro no te dejan meter nada, que ya hacen caja ellos. Y, a ver, sí que la hicieron, porque la plaza estaba abarrotada, como dirían los del Dúo Sacapuntas.
Y una vez traspasada la barrera de la entrada, llegaba la siguiente barrera que era la de muchísima peña haciéndose selfies. Era más difícil sortearlos a ellos con los móviles y poniendo carantoñas que sobrepasar el acceso. Un acceso donde ya no se miran las entradas en papel, todos con el móvil. Bueno, para el ahorro de papel está bien.
Luego, una pantalla gigante donde pusieron un reloj con una cuenta atrás de diez minutos. Que yo vi demasiada cuenta atrás. No sé, tres minutos, cuatro a lo sumo, quizá para que te diera tiempo a ir a hacer pis —esta vez no escuché ningún comentario extraño ni curioso en los lavabos porque estaban al final y recorrer todo ese espacio con la cantidad de gente, lo dicho, podías acabar fuera del recinto si te dejabas llevar por alguna marea humana que te desviase de tu destino—.

Curiosidad: en el cielo brillaba, más que la luna, la M de McDonalds, que se ve desde tan lejos que los pilotos la pueden usar de guía como un faro en la noche. La estrella de Belén, en versión para los hambrientos.
Momento emotivo cuando Leiva pidió que nadie utilizara los móviles para una canción sentida y pidió respeto y, de manera increíble, la gente respetó su petición. No se vio a ningún gracioso haciendo la chorrada de turno para llamar la atención. También pidió una ambulancia para una chica del público que parecía indispuesta y luego le comunicaron que no había sido nada. La verdad, un trato muy de persona de a pie. Recordó sus principios en la sala Stéreo y, por supuesto, remató el concierto con su famosísimo Princesas.
Un acto multitudinario donde todo el mundo se comportó. La pega, la de siempre, la salida. No está acondicionado el recinto para una salida rápida a pesar de que la policía estaba controlando la situación y la peña se lo tomaba con paciencia.
Canción, Princesas de Pereza.
Libro, Misión en París de la colección del Capitán Alatriste de Pérez Reverte.
En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.













Otra gran lección de un buen profesor multinacional. Un abrazo.
Muchas gracias don Ramón, siempre son apreciadísimas las palabras de un maestro. Un abrazo.