Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Libros

De libros y de arte nuevo

Libro: Los confesores reales. Pecado, política y perdón.
Autor: Taller literario Universidad de Alicante.
Director: Manuel Avilés.
Prólogo de Juan Eslava Galán.
Editorial Samarcanda.
Producción editorial Lantia Publishing, S.L. Sevilla, 2025.

Manuel Avilés Gómez nunca deja de sorprenderme. Son múltiples sus facetas, si es que la palabra faceta le resulta aplicable. Yo creo que sí porque a un escritor no le pueden faltar las facetas que luego va a trasladar a sus libros. Hablemos de facetas también como experiencias. A lo mejor a Manuel Avilés le es aplicable una memorable frase o reflexión del pintor e ilustrador británico Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), cuando dijo que “Los seres humanos que sueñan en pleno día llegan a conocer cosas que se les escapan necesariamente a quienes sueñan tan sólo por las noches”.

A mí me parece que Manuel Avilés sueña en pleno día. ¿Y no es verdad que el soñar en pleno día, es también imaginar cómo surgieron las cosas transformadoras en los saberes artísticos de los hombres? ¿Cómo podemos soñar de noche la venida del Arte Nuevo del Renacimiento, como llamó Giorgio Vasari, al surgido entre los siglos XIV a XVI en la gloriosa Italia, aún no llamada así, o a la llegada del Art Nouveau, esto es al Modernismo, de los años 1890 a 1910 en pleno París de Montmartre?
Pero hay más. Cuando me encuentro con esos excelentes libros que se llaman a veces “cuentos” y que nos relatan historias llenas de humanidad, lujos y placeres, bien en tiempos de conturbación o de festividad, me quedo algo perplejo. ¿Qué pensar de El Decamerón del florentino Giovanni Boccaccio (1313-1375), o de los Cuentos de Canterbury, del londinense Geofrey Chaucer (1343-1400)? ¿Los hicieron ellos solos? ¿Les ayudaron unos contadores anónimos?

La imaginación es muy grande, aunque no deba llegarse a aquello de “la imaginación al poder” que hicieron emblema los estudiantes revolucionarios franceses en aquel mayo de 1968 en París. Yo, curiosamente y no de propósito, estuve allí y puedo decir que aquello no pasó de ser una “fiesta”, aunque se ocupara el Odeón y volaran por los aires los pedruscos y los encuentros físicos con la gendarmería francesa.

Las novelas de Manuel Avilés, En la cuerda floja y El gato tuerto, las comenté en Hoja del Lunes, respectivamente en noviembre de 2020, boletín número 204, y en marzo de 2023, boletín 326. Dos novelas en las que encontré dentro de su seguimiento la experiencia personal de Manuel Avilés, que plasmó en ellas parte de su vida y conocimientos personales. A mí me resultaron apasionantes, así como otras de las que es autor, pues soy un lector empedernido de sus libros y de las que me excuso de mencionar para ir a parar al objeto de estas letras.

Y el objeto de estas letras es el de un libro cuyo nacimiento ya me fue anunciado por Manuel Avilés en una invitación del Club de Opinión Encuentros para asistir a una cena de gala en el restaurante Teselas para la presentación del libro Los confesores reales. Pecado, política y perdón, a realizar por parte de Marieta Perales y Juanma López y en cuya invitación figuraban las fotografías de Jorge Olcina, catedrático y director de la Sede Universitaria de Alicante; Manuel Desantes, catedrático y director de la Biblioteca Libros Felices; Ana Cantarero, presidenta de Quijote Negro e Histórico y Manuel Avilés, director del Taller Literario de la Universidad de Alicante.

Bueno, pues allí estuve el 21 de marzo en compañía de mi esposa Carmen, donde, en un gran ambiente y en estupenda cordialidad, degustamos la cena y las intervenciones de quienes Manuel Avilés tuvo a bien y conocí la publicación de este libro, titulado Los confesores reales. Pecado, política y perdón, publicado por el Taller Universitario Universidad de Alicante, con prólogo de Juan Eslava Galán y del que en el propio libro se dice que son coautores Ana Ardila, Manuel Avilés, Josefina Ayala, Francisca de Castro, Carmen Enríquez, Pilar García, Santiago González, Alba Juan, Juan Manuel López, Lucía Monje, Ricardo Ortega, Marieta Perales, Myriam Rivero, Eugenia Sánchez y Antonio Vilaplana.

Avilés, en un gesto que le honra, nos dirá en la parte de advertencia y agradecimientos que inaugura el libro, que “esta novela no es propiedad de nadie en particular, sino de todos los coautores que figuramos al principio”. Y aquí viene mi sorpresa al leer este libro: que nos diga que “no es propiedad de nadie en particular”, ¿es un sueño despierto de Manuel Avilés? Porque él no es un coautor más del mismo, sino que es su director.

Juan Eslava Galán, eminente escritor e historicista destacado, nos refiere también su sorpresa en el prólogo del libro que comentamos cuando nos dice que “he leído esta novela fruto de diversas manos cuyos titulares no cabrían en un microbús”. Y sigue diciéndonos: “Aquí tenemos una novela brillante cocida con mil ingredientes como olla podrida o el arroz caldoso, de monte y mar, de la literatura. Léanla y díganme si no estamos en el alborear de un arte nuevo de hacer novelas, equiparable al arte nuevo de hacer comedias que una vez nos legó el gran Lope y que recientemente nos ha demostrado, y de qué manera, el colectivo Carmen Mola. Mi enhorabuena a los componentes y mi deseo de que su próxima novela esté al menos a la altura de esta”.

¿Un arte nuevo de hacer novelas equiparable al arte nuevo de hacer comedias? Ciertamente, como dice Juan Eslava Galán, estamos ante una nueva forma de hacer una novela, en forma colectiva o de coautoría, pero con sorpresa incluida, al menos para mí que conozco muy bien a Avilés, pues la novela viene de su mano. Dicho esto, sin demérito para los coautores del libro que, sin duda, han aportado su esfuerzo y su compromiso, tengo que decir que me parece que el entramado de esta novela no es más que debida a Manuel Avilés. Y lo digo sin pensar, pues le he leído mucho, conozco de sobra sus saberes, la gran formación histórica que posee, y cómo no, su interpretación de la misma.

La reina Isabel II retratada en 1852 por Franz Xaver Winterhalter. Cuadro del Palacio Real de Madrid (Fuente: Wikimedia).

Aquí Manuel Avilés se ha vestido de monja y le ha escrito sus cuadernos de notas —que estoy convencido de que son los suyos personales recopilados a lo largo de su vida—, y a esa monja la ha llamado María de Samper y Cuadrón, nacida en una familia acomodada en Tardienta, en la provincia de Huesca, lindando con la de Zaragoza y cerca de las dos capitales y que ingresa en las monjas franciscanas concepcionistas donde profesa perpetuamente con el nombre de sor María Margarita del Monte Carmelo. Es destinada al convento de Torrelaguna y allí, por distintas circunstancias y su amor a la lectura, esto es a los libros, es alejada momentáneamente de la clausura y, a modo de remedio, es trasladada a servir al arzobispo don Antonio María Claret, confesor de la reina Isabel II, como camarera, asistente, limpiadora, lavandera y planchadora del arzobispo y en la capital del reino.

Y a partir de aquí, la monja María va a introducirnos, con sus vivencias y sus lecturas en la biblioteca de palacio y en toda la historia de España, desde los Reyes Católicos hasta la reina de su tiempo, doña Isabel II; con el ambiente de la política fraguada en torno a los sucesivos monarcas por sus asesores, cuando no confesores, de cada uno de ellos, reyes o reinas, a lo largo de los tiempos. Es cierto el decir que la Iglesia española siempre anduvo cerca de los consejos reales, por lo que también se nos referirán los sucesivos enfrentamientos de las distintas órdenes religiosas para ocupar el lugar de los confesores reales y así poder influir en sus respectivas decisiones, llegando en sus enfrentamientos para lograr ese lugar incluso a manchar sin pudor alguno el nombre de grandes héroes hispánicos e intervenir en la expulsión de alguna de las órdenes de España si fuera preciso. No sólo nos encontraremos con el cardenal Cisneros y con fray Bartolomé de la Casas, tan discutibles, sino con los inquisidores generales, como Torquemada, pues en este libro, no va a faltar ninguno y ello con los comentarios y juicios que la monja María va realizando a lo largo de la narración de la tortuosa historia de España y de las Españas, tan llena de contrastes.

Un libro apasionante que nos va a ir recordando nuestra Historia y sus circunstancias, vistas sobre la base de los hechos probados o libros escritos, y por ende subjetivos, de sus autores, de los cuales se va sirviendo la monja, con cuyo hábito se ha vestido Manuel Avilés, y también su equipo de coautores, no sé en qué medida, para referirnos todo el relato.

Este libro ha sido calificado, tanto por Manuel Avilés como por su prologuista Juan Eslava Galán, como una novela. Bien; aceptemos esta expresión, por venir de quien viene, pero yo lo calificaría mejor como un ensayo y un ensayo histórico de un periodo muy amplio de la historia de España que viaja en el tiempo entre las dos reinas llamadas, Isabel I de Castilla e Isabel II de España. Unas reinas que son sólo aparentemente distintas, pues sus reinados no fueron fáciles. Recordemos en la primera sus conflictos con Juana, “La Beltraneja”, y en la segunda su forzado matrimonio con un varón incapaz y rodeada de los Espadones.

Cartel del anuncio del Taller Literario de novela histórica impartido por Avilés.

Y en cuanto a los criterios y opiniones de la monja María y de sus coautores, mi respeto. Podré no estar de acuerdo con algunas afirmaciones, pero yo no soy quién para ello, pues soy ajeno a la elaboración de un libro que pienso ha costado mucho hacer y donde la ilusión de sus coautores debe llenarles de orgullo. Pero sobre todo de Manuel Avilés, que ha hilado la historia a través de la monja. Una monja, que bueno, ha gozado de la ayuda de un bibliotecario llamado Pascual.

Pascual es un hombre apuesto, joven, diríamos guapo. María una monja joven que nunca ha salido de su castidad ni lo ha pensado. Pascual suministra a María la lectura de los libros para ir llenando sus libretas. Los encuentros se suceden cada vez más cercanos. Y claro, llega el momento en el que el libro, novela o ensayo que comentamos se tiene que acabar y aquí, sin duda y por cuente de Manuel Avilés, llega el final de la historia de María y Pascual. No se lo cuento, lean el libro y leerán cómo Manuel Avilés soluciona la seducción. No sé quién seduce a quién. Si Pascual a María o si María a Pascual.

No se me ocurre qué decir más de Manuel Avilés. Nos conocimos hace muchos años en el Centro Psiquiátrico Penitenciario de Alicante. Bueno, aclaremos. Ni él ni yo estuvimos allí presos, ni menos aún con enfermedades mentales. Luego le vi presentando los Relatos Urbanos de José Antonio López Vizcaíno. Luego me ha presentado y prologado alguno de mis libros, me ha llevado, más de una vez, a su programa literario de Radio Onda Cero de Alicante, y me ha alabado, inmerecidamente, como escritor. Tiene mi amistad total. Y espero su nuevo libro, no sé si colectivo o individual, porque Manuel Avilés, nos debe contar muchas cosas en forma novelada o biográfica, pues también está inserto en la historia reciente de España. Pero de esto guardaré el secreto, que sólo Manuel Avilés tiene el derecho a desvelar.

Lean este libro de Los confesores reales. Pecado, política y perdón, que nos les defraudará, y perdonen en lo que puedan a los muchos personajes históricos que en él aparecen.

Julio Calvet Botella

Magistrado y escritor. Colaborador de la APPA.

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