Semana sí, semana no. Esa parece ser la frase habitual con la que mis amigos responden cuando hablamos de si este fin de semana estarán con sus hijos o con los hijos de su pareja. “Esta semana estoy sola”, “esta semana estamos todos”. Y cuando me preguntan a mí: “¿Y este finde los tienes tú?”, sonrío. Y pienso: no sé si «los tengo» o no, porque en realidad no se trata solo de si están o no en casa. Los tengo en mi vida, los tengo en mi corazón, los tengo para siempre.
Mis hijos viven conmigo, tengo la custodia. Pero una semana sí y otra no, comparten su espacio con el hijo de mi pareja. Él sí que va y viene, de una casa a otra. Y cada vez que cruza nuestra puerta, parece arrancar motores, como si empezara desde cero. Tiene que volver a acostumbrarse a todo: a los olores, a las reglas, a los espacios… Son niños héroes. Aunque digan que los niños se adaptan a todo —y quizás sea cierto— no debe ser fácil pasar de tener dos «hermanos» una semana, a ser hijo único la siguiente.
En nuestro caso, somos familia numerosa una semana sí, y otra no. ¿Y cómo se gestiona eso? Con amor. Con mucha paciencia. Y, sobre todo, con la conciencia de que, aunque a menudo se diga que los niños se adaptan fácilmente, también para ellos puede resultar difícil. No solo los adultos enfrentamos con dificultad los cambios; los niños, especialmente aquellos que van y vienen de un hogar a otro, también atraviesan su propio proceso de adaptación. Pero si hay algo que hemos aprendido en este ir y venir, es que el amor no se mide en días ni en tiempo compartido. Se construye en los pequeños momentos: en los abrazos de bienvenida, en las cenas donde poco a poco todos encajamos, en los juegos que empiezan con timidez y acaban en carcajadas.
No voy a mentir: hay días en los que la convivencia cuesta. Días en los que uno de los niños se siente fuera de lugar, cuando las comparaciones aparecen sin querer, cuando las reglas de una casa no coinciden con las de la otra. Pero entonces recordamos que este hogar se construye con piezas distintas, sí, pero que encajan si se ensamblan con paciencia y cariño. Y ahí es cuando me doy cuenta de que ser una familia numerosa reconstituida nos hace una familia rica en amor, historias y aprendizajes. Que el amor no se mide en semanas completas, sino en la certeza de que, estemos juntos o separados, seguimos perteneciéndonos.
Así que sí, hay semanas en las que somos tres y semanas en las que somos cinco. Pero el amor, ese, es de tiempo completo.
Madeleine Sánchez González.
Comentar