Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Monarquía o república, un debate innecesario

Monarquía o república, un debate innecesario
Monarquía o república, un debate innecesario
Es absolutamente falso que tengamos un problema con nuestro régimen monárquico y más falso aún sostener que la Constitución está periclitada. Con la monarquía parlamentaria y con la Constitución de 1978 los españoles hemos vivido cuatro décadas de bienestar como no se habían conocido en cientos de años de la historia del país. Y lo […]

Es absolutamente falso que tengamos un problema con nuestro régimen monárquico y más falso aún sostener que la Constitución está periclitada. Con la monarquía parlamentaria y con la Constitución de 1978 los españoles hemos vivido cuatro décadas de bienestar como no se habían conocido en cientos de años de la historia del país.

Y lo que resulta incomprensible es que los nuevos cachorros del socialismo y del comunismo quieran enmendar la plana a sus antecesores, los que no sólo culminaron la transición democrática participando en la elaboración del texto constitucional, sino que fueron piezas clave en la consolidación de la democracia, cuando algunos de ellos, como Carrillo y la Pasionaria, sí que habían sufrido las consecuencias de la Guerra Civil y de la  larga dictadura de Franco.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sólo son dos pipiolos de la política, con muy pocos fundamentos para manejar los hilos con los que se teje una nación cuya historia parecen desconocer y muchos de cuyos ciudadanos tampoco están preparados para descubrir las  graves insuficiencias de estos dos aficionados que ni ellos mismos saben a dónde pueden llevar al país. La plurinacionalidad de Sánchez, el derecho a decidir de Iglesias y el anticlericalismo de ambos son tres espadas de Damocles que amenazan nuestras cabezas, sin menospreciar su desfasado antimonarquismo.

El día 6 del próximo mes de diciembre se cumplirán 87 años de uno de los discursos más famosos de Ortega y Gasset, que se publicó en Revista de Occidente tras ser pronunciado en el Cinema de la Ópera de Madrid, con lleno a rebosar por lo que se instaló megafonía en el Ateneo para allí poder seguirlo en directo. (Ortega, con un grupo de personalidades, formó la ‘Agrupación de intelectuales al servicio de la república’ que hasta se presentó a las elecciones que llevaron a la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril del 31).

Dos grandes fallos (además de otros menores) veía Ortega en el texto constitucional elaborado por una comisión a la que acusaba Ortega de sectarismo. El primero de los errores era el  privilegiar dos regiones (Cataluña y el País Vasco) sobre las demás y el segundo, atacar duramente a la Iglesia en lugar de delimitar su componente temporal y someterlo a la disciplina del Estado. Ortega denunció que el favoritismo para regiones ‘nacionalistas’ iba en detrimento de la unidad nacional y la igualdad entre todos los españoles. En definitiva, era partidario de un Estado central fuerte, todo lo contrario de lo que promuevenSánchez e Iglesias con gran regocijo de independentistas catalanes y vascos.

Ortega, decididamente defensor del régimen republicano, consideraba igualmente válido un régimen de monarquía parlamentaria en  el que la soberanía residiera en el pueblo, diríamos que como lo que sucede en España desde la Constitución de 1978. Atacar la monarquía, como hacen descaradamente Iglesias y taimadamente Sánchez, es de una miseria intelectual preocupante. La monarquía no es un problema. De ahí que el debate sobre monarquía y república, aquí y ahora, sea absolutamente pernicioso, además de totalmente innecesario.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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