Sánchez ha programado cien actos de exaltación de la democracia en 2025 para intentar ocultar lo que va a ser otro ‘annus horribilis’ (año horrible), peor que 2024.
Año nuevo y vida vieja con todos los problemas sin resolver. El rey pidió consenso a los dos grandes partidos y ni la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, ni la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, han dado un paso al frente. Después de las palabras de paz de Felipe VI en su discurso de Nochebuena, elogios insinceros de nuestros grandes representantes y a prepararse para un 2025 en el que hasta los cien actos para, supuestamente, festejar cincuenta años de democracia tendremos cien ocasiones más para recordar la muerte de Franco y levantar lo más alto posible el muro que el PSOE marxista (que no socialdemócrata) viene levantando, desde los tiempos de Zapatero, contra el PP español mientras gobierna en la Unión Europea aliado con los Populares de Europa, una Europa que condenó al Comunismo, en los mismos términos que al Nazismo, como regímenes criminales y genocidas. España sigue siendo, contra el sentir del Parlamento Europeo, el único país de la Unión con comunistas en su Gobierno.
No nos engañemos; mejor, que no nos engañen Pedro Sánchez, Bolaños, Narbona y demás dirigentes sanchistas con los cien actos programados por el Gobierno (no los organiza el PSOE teóricamente) para que no se perciba el tufo electoralista y el intento de desviar la atención de los grandes problemas judiciales y morales que tienen pendientes Gobierno y PSOE. Tras el ‘annus horribilis’ de 2024, le espera a Sánchez un 2025 que no va a ser próspero más que por la abundancia de mítines camuflados de democracia para festejar la muerte de Franco en 1975. La democracia no llegó con la muerte del caudillo, sino con la Constitución de 1978, por lo que para festejar 50 años de democracia faltan tres años. A Sánchez le corre prisa el cincuentenario ante el triste panorama del 2025 para él, para su esposa, para su hermano, para el exministro Ábalos y para algún que otro ministro y personal de confianza.
No se puede manipular más el discurso del rey, un discurso centrado en el llamamiento a todos para trabajar por el bien común, que haciendo los dos grandes partidos un hipócrita elogio para inmediatamente echarse las culpas de que no haya diálogo y consensuar los grandes temas para la gobernación del país. Al tiempo que Sánchez y Feijóo callan sobre asunto tan trascendental, los aliados de Sánchez dicen unos, los catalanes, que no les interesa el discurso, mientras otros, los vascongados, le echan en cara al monarca que no reconozca la nación vasca (hay que tener cara dura). Catalanes y vascos siguen proclamando y reclamando la independencia y Sánchez continúa sometido a ellos para poder seguir en la Moncloa. Incluso parece que irá a Bruselas, a arrodillarse ante Puigdemont, para que le apruebe los Presupuestos Generales del Estado. Napoleón Sánchez será humillado en Warterloo, igual que el emperador francés; sólo que Napoleón Bonaparte terminó sus días envenenado —dicen— en la isla de Santa Elena, perdida en el Atlántico sur, mientras Sánchez prefiere morir, perdón vivir, en la Moncloa hasta el fin de los tiempos.
Con muy mala, incluso perversa, intención, el humorista de La Razón, Esteban, ponía este texto a su dibujo de Sánchez: “La transición al Franchismo exige que la democracia se haga el harakiri en Waterloo”. ¿Exagerado? Nada de eso. El todo poderoso Sánchez, que iba a traer a Puigdemont de la oreja para ponerlo ante los tribunales, se arrodillará ante él, de forma ignominiosa a juicio de 40 millones de españoles, pero de manera heroica para los otros siete. El suyo, el de Sánchez, es un sacrificio magnánimo para el bien de España, para el futuro en paz y concordia, que podría adornarse con un lacito muy mono: la promesa de algún tipo de referéndum sobre Cataluña.

Por arriba, de cara a la galería, todos, menos golpistas, separatistas y nacionalistas varios, tienen buenas palabras. Por debajo, Sánchez, Feijóo, Narbona, Gamarra, Puigdemont, Junqueras, Ortúzar, Yolanda y Belarra no quieren consenso sobre España. El propio Sánchez dice con la boca pequeña que respeta la justicia, pero con la grande, la de los hechos, él, con sus ministros y socios, llama prevaricadores a los jueces. Nos quiere hacer creer que la justicia es una cosa (la suya) y los jueces otra, de manera que son justos los jueces que dictan sentencias favorables y son prevaricadores no sólo los que sentencian contra Gobierno o PSOE, sino hasta los que abren diligencias contra presuntos corruptos y demás imputados, sobre todo si son familiares suyos o simplemente socialistas.
Pedro (al que admiro, con Arturo Pérez-Reverte, como personaje político camaleónico e irrepetible, absolutamente amoral), haciendo gala de su psicopatía galopante, se ha inventado un año nuevo, 2025, dedicado a los 50 años sin Franco, para exaltar la democracia que vino con la muerte del dictador en 1975. Lo de menos es que se equivoca con el fondo: la democracia se inició con la Constitución de 1978. Lo peor es que anuncia cien actos para doce meses bajo el lema: “España en libertad”. Un año dedicado a los vencidos en la Guerra Civil y contra los vencedores; un año para seguir atacando a Franco muerto y a unos franquistas que sólo existen para los sanchistas y algunos militantes de Vox. Un año para, en vez de trabajar por la concordia y consenso (los deseos del rey), ahondarán en el odio que predicó y predica Zapatero (‘hombre de paz’ más que Otegi, para unos, y alto comisionado de Maduro para el mundo, según otros) y que tiene en Sánchez un discípulo aventajado.
Sánchez dice que se trata de poner en valor la transformación que ha experimentado España en este medio siglo. Pero una ingente mayoría de medios de comunicación sostienen que es un año y son unos actos programados para ocultar, sin conseguirlo, lo que va a ser otro ‘annus horribilis’ (año horrible), previsiblemente peor que 2024, el de asuntos judiciales muy fuertes que han rodeado y golpeado al PSOE, al Gobierno y a Pedro Sánchez y familia.
Más que ‘España en libertad’ tenemos una España en descomposición, cuyo clímax puede reflejarse en la anunciada humillación del aún presidente de la nación española viajando al encuentro con el huido de la justicia para postrarse ante él (¡qué vergüenza!) rogándole que le apruebe los presupuestos y, de paso, acaso invitándole al primer acto de exaltación de su democracia el 8 de enero en el Muso Nacional Reina Sofía. Gran escenario y adecuado para esa obra de arte que le han confeccionado los cientos de asesores que tiene la Moncloa, inicio de un centenar de celebraciones, que contarán con un comité de expertos al frente del cual habrá un alto comisionado. Sánchez viajará por toda España en olor de sanchidad, muy protegido para evitar abucheos y algunos lanzamientos de barro del que todavía quedan capazos sin fin en las localidades valencianas azotadas por la DANA.
Esperemos, aunque sea mucho confiar, en que los cien actos de exaltación de los cincuenta de democracia no salgan excesivamente caros y que al menos los integrantes del comité científico de expertos y el alto comisionado trabajen ‘por amor al arte’.
Me dejas sin palabras, maestro.
Un artículo magistral, como todos los tuyos. ¡Ojalá las altas esferas puedan seguir tus sabios consejos! Enhorabuena y sigue así.
Muchas gracias. Un cordial saludo y feliz año nuevo.
Gracias y un fuerte abrazo.