Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Las cuotas de la CAM y la Fundación

Imagen: S. Hermann y F. Richter.
Confieso que ya me he perdido. Como un perjudicado que fui, he seguido estos años todo lo que se ha publicado sobre las demandas, trámites judiciales, sentencias, archivos y demás etcéteras relativas a lo que ahora ya se puede adjetivar como un “producto tóxico”: las Cuotas Participativas de la CAM. Esta semana he coincidido de […]

Confieso que ya me he perdido. Como un perjudicado que fui, he seguido estos años todo lo que se ha publicado sobre las demandas, trámites judiciales, sentencias, archivos y demás etcéteras relativas a lo que ahora ya se puede adjetivar como un “producto tóxico”: las Cuotas Participativas de la CAM.

Esta semana he coincidido de nuevo con uno de mis cuñados, también perjudicado y con más mérito que yo pues no fue nunca empleado de la Caja. Y me vuelve a preguntar. Está más que cabreado: dice, y tiene razón, que ni le devuelven el dinero ni se las amortizan. Y no sé qué responderle. Hay tantos vericuetos en los juzgados que ya, confieso, me he perdido. Por un lado, parece que el Banco Sabadell en algunos casos ha llegado a acuerdos con clientes -me hablan de un bufete de Dénia- retornando gran parte de la “inversión”, o sea asumiendo que el producto entraba en el paquete adquirido -o sea, todo el negocio financiero- por un euro al Banco de España.

Parece que –por lo que recuerdo haber leído- ha habido algunas sentencias en Torrent, Segorbe y Alicante favorables a los ahorradores demandantes. En todo caso, no creo que lleguen a unas pocas decenas de los 50.000 clientes que al parecer se vieron afectados por la oferta inicial o “sugerencias” posteriores. Y digo sugerencia con comillas porque conozco un caso cercano al que obligaron a adquirir un buen paquete como contraprestación a la concesión de un crédito hipotecario. Y otros casos, menos voluntarios, de proveedores a los que se les aconsejó la conveniencia de invertir en cuotas para favorecer sus ventas de servicios a la Caja.

Algunas demandas de las presentadas en los juzgados –si no me equivoco- alcanzan no sólo al banco, a los antiguos directivos, sino también a la Fundación Caja Mediterráneo, heredera de la obra social. Si no me falla la memoria, el valor de las cuotas debe rondar los 300 millones de euros, por lo que la Fundación –a la que dicen que le quedan en torno a los 60 en efectivo, difícilmente podría cubrir lo que se reclama.

Hay varias asociaciones de perjudicados y varios bufetes, y no sé cuántos juzgados tramitando el asunto, lo que lo viene a complicar mas de lo que convendría para agilizarlo. Ya me decía hace muchos años un laureado abogado residente en Alicante pero de raíces murcianas cuando llevó un proceso de un prójimo mío que, si queríamos la familia, podría retrasar de tal suerte los trámites judiciales que el demandado se moriría sin haber sido juzgado. Pues parece que en esas estamos.

Y volviendo a la Fundación: se publica esta semana que la Universidad Miguel Hernández le ha pedido la cesión temporal o parcial de las instalaciones de Elche –aula de cultura y sala de exposiciones de La Glorieta-; al fin y al cabo, la Universidad de Alicante ya consiguió del Banco la cesión de la sede de la calle de San Fernando. Se han quedado cortos: yo hubiera incluido en el paquete el Hort del Xocolater, antes de que el Ayuntamiento ilicitano lo demande por enésima vez. Sólo una condición pondría yo de ser patrono de la Fundación: con los inmuebles van los empleados –con sus contratos blindados- y demás cargas fiscales. De suerte que, con unas cuantas operaciones de este tipo –digamos “desamortizaciones”, al modo de que algunos Borbones permitieron a los Godoy y Mendizábal de turno- se fueran minorando sus gastos y compromisos hasta llegar a un mínimo que hiciera posible tener un futuro algo más concreto que el presente confuso que hoy se barrunta, pues ya se dice que quien mucho abarca…poco aprieta, y con el  lastre que soporta la nave fundacional –muchas instalaciones, muchos empleados, recursos limitados-  parece más aconsejable y pragmático centrarse en menos proyectos, con una carga más ligera.

Y entre Cuotas –ergo Banco Sabadell- y Fundación parece que aun anda pendiente el tema de sus obras de arte, aunque varias veces se nos ha vendido que estaba resuelto. No sea que algún juez de esos raros, que haberlos haylos, decida entregar un Michavila, un Castelló o un Gaya a un cuotaparticipe para rersarcirle de sus desventurados ahorros.

Y que no se entere mi cuñado.

Toni Gil

Periodista.

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