La abrupta salida de Iñigo Errejón de todos sus cargos políticos por un caso de violencia de género deja un reguero de víctimas que van más allá de las verdaderas y principales víctimas directas, todas y cada una de las mujeres que —supuestamente— habrían sido objeto de las agresiones y abusos sexuales por parte de este dirigente político. Esas “otras víctimas” posiblemente tienen una componente menos personal y mucho más política. De ahí que el caso Errejón puede que no sea un caso muy grave de violencia de género más, si no que posiblemente estemos ante una bomba con dolorosos efectos retardados en la política de todo el país.
Quizás la primera víctima colateral, y por lo que se va conociendo del tema, vaya a ser el propio proyecto político del que Errejón formaba parte, Más País y Sumar, Sumar y Más País, tanto monta monta tanto. Las primeras informaciones que apuntan a un cierto encubrimiento, un mirar para otro lado, por parte de algunos(as) dirigentes de Sumar y Más País cuando tuvieron conocimiento de algunos de los casos que ahora han empezado a aflorar y tener nombre, apuntan en ese terreno. Lo reconoció implícitamente la ministra de Sanidad, Mónica García, cuando declaró a las horas de estallar el caso lamentar “no haber sabido hacer lo suficiente”. Las dimisiones en cadena, la rendición de cuentas, los cuchillos afilados que ya brillan en los órganos de dirección de ambas formaciones políticas, no presagian el mejor de los escenarios. El caso Errejón puede acabar así siendo, si no lo es ya, el caso Más Madrid o el caso Sumar a poco que las informaciones vayan corroborando los indicios que se van conociendo.
La segunda víctima colateral sería la propia coalición gubernamental. Si su panorama ya era antes del chusco capítulo Errejón bastante sombrío, por su endiablada aritmética electoral, por el continuo desmarque en temas económicos de los aliados a su derecha como Junts y PNV, ahora los nubarrones puede que se tornen en un cielo de rayos y tormentas. Un caso de corrupción como el de Ábalos—Koldo puede controlarse si se es capaz de acotar en ese preciso espacio de la administración y si no ha hecho metástasis en otros cuerpos del propio gobierno o de la propia administración —cosa que está por ver— pero en este nuevo frente queda una pregunta flotando: ¿Cómo se controla el caso Errejón cuando se ha hecho bandera del feminismo, se pide a las víctimas valor para denunciar, pero la realidad es que ese mismo valor y esa misma fortaleza ha faltado en la propia coalición para afrontar la “cuestión” Errejón en tiempo y forma? Lo que pudo ser en origen un descosido importante puede acabar siendo así un roto. Tapar, ocultar, mirar para otro lado son verbos que van a estar ahí y durante mucho tiempo y de cuya sombra y significados les va ser muy difícil salir a los dirigentes de estos partidos políticos.
La tercera gran víctima colateral puede que sea toda esa factoría política, la sopa de siglas y proyectos políticos de la izquierda a la izquierda del PSOE, esos mismos que en los últimos años han formado o, en algún caso, aún forman parte de ese conglomerado. Hablamos aquí principalmente de Sumar, Más Madrid, Comunes e Izquierda Unida, pero también de los Podemos, Compromís, Chunta Aragonesista… de turno. A la suma de recelos, batallas pendientes y aplazadas, tendencias identitarias disgregadoras, se unen ahora los magros resultados que la demoscopia electoral les anuncia, bien sea juntos, bien sea separados. Si hasta aquí todo ha sido, o ha parecido ser, un camino de deserciones, divisiones internas, filias y fobias personales irreconciliables, puede que todo ello nada tenga que ver con los efectos de la implosión final y que esta acabe siendo (otra vez) incontrolable. Y de resultados desastrosos para este flanco político y social.
La cuarta víctima, al menos durante un largo periodo de tiempo, podría ser también la lucha del propio feminismo y la batalla por la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. Puede que consecuencia de la “cuestión” Errejón esta situación sirva para que una parte de ese feminismo eleve la voz, de la impresión de que se avanza en las proclamas, pero la realidad nos enseña que cualquier conquista en este camino ha sido casi siempre más sólida, más firme y más duradera, si esta se ha hecho de forma transversal, o al menos muy mayoritaria. Y nada de eso parece vaya a ocurrir ahora, al menos en el corto—medio plazo. Es más, no está ocurriendo ya. Esa bandera —la del feminismo y la igualdad— van a formar parte previsiblemente desde ahora y hasta que finalice la legislatura, de la lucha partidista y partidaria más feroz y descarnada. Más o menos lo mismo o parecido que ya ocurre con la corrupción y con la inmigración, y de cuyos palmarios y desalentadores resultados ya tenemos algunos datos que no invitan, precisamente, al optimismo.
Creo que las víctimas
son la ética y la verdad
agredidas sin cesar
por mezquinos intereses
individuales y sectarios
personales y de grupos…
Un abrazo.