Nuestro protagonista de esta semana nace en la provincia de Cáceres sobre 1478 en la emblemática ciudad calificada como «muy noble, muy leal, insigne y muy heroica»: Trujillo, que vio nacer al famoso conquistador del Perú, Francisco Pizarro. Su nombre está asociado a la caída del Imperio Inca y al posterior dominio español en gran parte de América del Sur, demostrando una tenacidad y arrojo que le valió la popularidad de «famoso y temido», dejando un legado en historia de la colonización española en América.
Pizarro viene al mundo en una familia muy humilde como hijo ilegítimo de Gonzalo Pizarro, un capitán de infantería y, aunque creció prácticamente analfabeto, desarrolló desde joven una gran capacidad de supervivencia, tenacidad y lucha que le acompañarían durante toda su vida. Trabajando de porquerizo, cuidando cerdos, su espíritu aventurero y de superación le hizo enrolarse en las expediciones militares que se lanzaban hacia el Nuevo Mundo y en 1502 se alista con Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, en la que será su primera toma de contacto con las Américas.
Acompañó al conquistador Vasco Núñez de Balboa quien en 1513 cruzó el paso estrecho de Panamá, convirtiéndose en el primer europeo en contemplar el océano Pacífico. Una asociación posterior con Diego de Almagro, unos años más tarde, dio lugar a varias expediciones en busca de riqueza, a lo que les movieron los rumores sobre un gran imperio lleno de oro. Sin embargo, estas primerizas incursiones no fueron todo lo bien que esperaban, más bien fueron un desastre de enfrentamientos con nativos, hambre y enfermedades.
Quince años más tarde de su llegada a Panamá, Pizarro vuelve a España, en 1528, para buscar el apoyo del rey Carlos I, obteniendo la “capitulación real” que le otorgaba el derecho de conquistar y gobernar las tierras que descubriera.
En 1532 la suma total de sus hombres en América no sumaría más de 200 junto a los que halló un imperio llamado Inca, envuelto en plena guerra civil por el trono entre los hermanos Atahualpa y Huáscar. Aprovechando esta situación, nuestro protagonista captura a Atahualpa en la batalla de Cajamarca, a pesar de estar enormemente superados en número por sus enemigos Incas. Atahualpa, viendo su desgracia, prometió a Pizarro que si le soltaban les daría una habitación llena de oro y otra de plata, y cómo no, aceptaron el ofrecimiento consiguiendo la recompensa prometida por el emperador Inca. Pizarro decide ejecutarlo en 1533, al pensar que podía ser una amenaza futura para sus planes y después de esta acción se dirigió a la capital Inca, Cuzco, conquistándola en noviembre de 1533.
Solamente dos años más tarde, en 1535, se fundó la ciudad de Lima, que se convertiría en la capital del virreinato del Perú, una elección puramente estratégica en la ubicación como centro administrativo en Sudamérica, facilitando la comunicación y el comercio con España. Pero también sembró la semilla de la discordia y las disputas, principalmente con su antiguo aliado, Diego de Almagro, quien sentía que no había recibido su justa parte de las riquezas y el poder y reclamaba Cuzco como pago de dicha ayuda, lo que llevó a un conflicto armado. 1538 trae como consecuencia la derrota y ejecución de Almagro en manos de Pizarro, consolidando temporalmente su control sobre el Perú, aunque ese dominio fue breve, puesto que el 26 de junio de 1541, seguidores de Almagro, liderados por el hijo de este, asesinaron a Pizarro en su palacio en Lima, cuando tenía este la edad de 63 años.
Pizarro fue una figura muy controvertida ya que para unos el conquistador representa la valentía y ambición de hombres que buscaban un porvenir mejor en unas nuevas tierras, pero para otros, representa la brutalidad y la avaricia. La realidad es que hay una enorme complejidad en este momento de la historia en la que influyen muchos factores y acontecimientos por lo que, como dice el dicho, el que se atreva a juzgar su camino, que se ponga en sus zapatos.
Lo que no cabe duda es que desde sus humildes comienzos en Trujillo, hasta su poder en el Perú, mostró una combinación de audacia, determinación y seguro que también crueldad, que le convirtieron en uno de los personajes más influyentes de su tiempo, con un legado que sigue siendo motivo de debate y reflexión, pero siempre, y finalizo con esto para los opositores de nuestro protagonista, que no deberíamos juzgar sin haber vivido las situaciones, sin haber sentido lo que él sintió y, sobre todo, sin olvidar que no podemos comprender “cabalmente” las decisiones y acciones de aquellos momentos.
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