“La belleza de la vida no reside en los átomos que la componen, sino en la forma en que estos se enlazan”, nos legó Carl Sagan. Comenzar mi colaboración en la Hoja del Lunes con esta afirmación puede parecer arriesgado; lo reconozco. Quizás vea usted un toque de azar en la elección de la sentencia. Sin embargo, permítame disuadirle de tal juicio. Nada más lejos de mi intencionalidad. Contiene una intención profunda, casi ineludible, que refleja un propósito duradero y continuo.
Constituye un gesto de bienvenida, una declaración de principios. En cualquier caso, siento y por tanto creo, que no al revés —nótese el hincapié y relevancia que efectúo—, que debo agradecerle el clic de hoy y el de mañana (por la semana próxima) al mismo tiempo que lo elevo a la categoría de advertido y asiduo lector. Vocablo este último que sí constituye y merece una auténtica elevación al olimpo humano de nuestros tiempos, aprovechando, si me permite este año de juegos disputados, principalmente, en la ciudad organizada en torno al Sena.
De alguna manera, le propongo navegar juntos en un río de ideas cuyo curso, al igual que nos enseñó Heráclito, está en perpetua transformación: “Nadie se baña en el río dos veces, porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Y ese río, metafóricamente, es hoy el de la economía y política europea tras la presentación del denominado informe Draghi con la concurrencia de la máxima mandataria de la Unión Europea, Ursula von der Leyen. Supone, a mi juicio, un antes y un después en las políticas comunitarias en materias clave para su día a día, el mío, y el de nuestro bienestar laboral y humano. Así como el de la estructura política y administrativa misma de la UE. Todo ha cambiado y todo cambiará en el río europeo y en los 440 millones de personas que nos bañamos a diario en él.
El informe Draghi es un documento de cerca de 400 páginas, dividido en dos partes —A y B— que recoge un análisis en profundidad de las principales carencias y necesidades de la economía europea y sus sectores principales. Detecta las causas de la actual situación, señala propuestas —aunque más bien, parecen y son mandatos— y plantea la financiación, y temporalidad de la misma, en cifras concretas —hasta 400 000 millones de euros al año, como lee, si se tiene en cuenta que nos haremos cargo como máximo del 50 %— a cargo de deuda conjunta europea.
Antes del análisis más resumido y pormenorizado del informe, cabe resaltar, a mi juicio, dos anécdotas o cuestiones. En primer lugar, fíjese, sorprende que la web de la Comisión Europea solo lo provea en inglés y no en ninguno de los otros 23 idiomas oficiales de la Unión. Resta accesibilidad y mayor difusión. Más allá, y más acá, a mi entender, de lo rocambolesco de presentar al europeo común este importante plan precisamente en la lengua que, si bien es universal, es la nativa del territorio que marcó el luctuoso hito de abandonar la Unión Europea. Obstáculo salvable gracias a las herramientas de inteligencia artificial, en particular DeppL. En su versión pro, huelga indicar.
En segundo término, su lenguaje y conjugación verbal en lo que al apartado propositivo se refiere es netamente de carácter imperativo y en muchos casos —demasiados tal vez— dando por hecho la implementación, la puesta en práctica de medidas ahí reflejadas. Lo que aquí se presenta no son propuestas ligeras ni recomendaciones sutiles. No es un informe fugaz, que sí sagaz. Es un documento relevante, que no anecdótico. Son directrices que buscan implementar un cambio estructural en áreas clave de la competitividad y la sostenibilidad de nuestro continente, así como en la estructura y radio de acción de las instituciones europeas. Vamos, que nos atañe. Tanto es así que me ha despertado verdadera sorpresa, y por momentos indignación, observar el escaso caudal de tinta digital que se ha vertido a propósito de su publicación. La que se puede navegar me da la sensación de que no lo ha leído más allá del resumen ejecutivo de las páginas iniciales. No es este el caso.
Adentrándonos en el documento en sí, ahora sí, los diez sectores claves a mejorar su competitividad son: Energía; Materias Primas Críticas; Digitalización, Industrias de alto consumo; Tecnologías limpias; Automoción; Defensa; Espacio, Farmacia y Transportes. La arquitectura narrativa se inicia con un diagnóstico —bastante valioso en cuanto su dimensión analítica y muy representativo en numerosos gráficos a salvaguardar— seguido y entrelazado por una parte valorativa para rematar, en todos los escenarios, con una parte propositiva/imperativa. En total, en torno a 150 propuestas, con horizonte temporal aproximado, que además se despliegan más allá del cuadro final de cada epígrafe en, bajo mis cuentas, unas 310. Ahí es nada. Y ahí, precisamente, está todo el futuro de la Unión Europea.
En materia energética, Draghi y su equipo nos empiezan señalando la diferencia en cuanto a precios de la energía en Europa respecto a EE.UU. Entre tres y cinco veces más caro el gas en Europa. Entre dos y tres veces la luz. Cada país, estado miembro, lleva a cabo su pugna por separado. En un escenario donde, salvo Francia, hemos abandonado el carbón, la energía nuclear y rechazado el gas, que además de económico y cuyas infraestructuras teníamos ya dispuestas, es ruso. Todo ello se señala como un mal que lastra la empresa, la productividad y por tanto la competitividad. Renovación de redes y componentes —se necesitarían las materias primas—, agilizar la concesión de permisos —que se reconocen largos y diferenciados—, explorar y explotar nuestros recursos, que haberlos haylos e impulsar la denominada ‘nueva energía nuclear’ —sí, nueva—, la inteligencia artificial y un cambio en la red impepinable que evite cuellos de botella, son las propuestas expuestas. Una enmienda a la totalidad de la política llevada en Europa hasta hoy.
En el mismo sentido se abordan las materias primas críticas al reconocer una alta dependencia exterior, la cual irá en aumento, y se verá multiplicada por dos o tres hasta 2030, lo que convertirá al mercado en más volátil y caro. El informe viene a afirmar y reconocer una realidad que sabida no se tuvo en cuenta: Europa no dispone de estas materias primas críticas ni de su refinado, claves para la transición ecológica y digitalización que se pretendía. Más todavía, más literal: “La Unión Europea no sigue el ritmo de sus competidores”; presentamos una «reacción rezagada” dada por nuestra complejidad y variedad de sistemas para la obtención, así como para la realización de una óptima economía circular. Propuestas en la vía de legislación, armonización, centralidad europea finalizan este apartado.
Misma sensación y sabor de boca le deja a uno la lectura del apartado dedicado a la digitalización. Hemos perdido la ola de la inteligencia artificial entretenidos, la Comisión Europea, en su regulación de peligros que no se han dado todavía. Avanzar para liderar otros ámbitos como el edge computing o la computación cuántica pueden ser unas vías adecuadas siempre y cuando superemos, según el informe, las jurisdicciones y normativas nacionales, se aumenten y faciliten las fusiones y se agilicen y armonicen las concesiones de licencias. Esto es, más poder y concentrado en la Comisión Europea que en su país. Nótese la ausencia de valoración. Es la letra invisible del texto que analizamos sin llevarnos a engaño.
Y permítame otra verdad no reflejada: las propuestas en energía, materias primas críticas, digitalización y demás, de llevarse a cabo, generarán frutos lejanos e inciertos, con escenarios cambiantes y dinámicos enmarcados en una estructura europea que se reconoce lenta y tediosa pero con gastos descomunales, inmediatos y asegurados.
En íntima relación con el apartado energético se aborda el cuarto, quinto y sextos apartados referentes a las industrias de alto consumo energético, tecnologías limpias y automoción. Noticiable y relevante es el reconocimiento de la necesidad de mitigar las hasta ahora imperiosas y urgentes necesidades de descarbonización europeas, que nuestros hoy reconocidos como competidores simple y llanamente no han pisado su acelerador con nuestra misma intensidad. Nuestra velocidad nos ha conllevado menor producción, esto es posición de mercado y competitividad. Al mismo tiempo una segunda derivada, y más peligrosa, mayor dependencia. ¿De quién? Precisamente del competidor o de los competidores a los que queríamos superar en verde.
Para reactivar, concluyen, estas industrias en un contexto de altos precios, elevados costes de la misma, sumados a los mayores costes de inversión para la descarbonización se concluye que “la financiación disponible actualmente es claramente insuficiente”.
Al menos, se agradece la sinceridad del informe. Siempre he defendido y creído, lo primero por lo segundo, que criticar la labor y políticas llevadas a cabo no nos hacen menos europeos, ni siquiera antieuropeístas. Al revés. Por ello el agradecimiento. Si fuera así, este informe también sería antieuropeísta. Precisamente busca la progresión y prosperidad del viejo continente.
Implementar y cohesionar una defensa común, así como una estrategia espacial merecen capítulos concretos y relevantes donde se indican los mismos males y se proponen similares, en su esencia, remedios como los ya señalados.
Si bien, en la búsqueda final de la prosperidad y reactivación del informe merece la pena detenerse en la vital y capital industria automovilística, “erosionada” y cuyas “causas profundas de difícil competitividad se deben a múltiples factores”, se arguye. En este apartado se encuentran ciertas frases célebres, así como gráficos llamativos, que vienen a resumir el espíritu que impregna el documento en su parte de análisis y reconocimiento de errores: “Al mismo tiempo que la UE introducía nueva legislación —en materia automovilística—, China ha seguido una estrategia destinada a dominar la industria mundial (…) la asequibilidad limitada —es decir, que los coches europeos fruto de las políticas llevadas a cabo son caros y no competitivos— constituye una barrera persistente para una mayor modernización general de la flota”. Una oferta, la europea, que además conlleva mayores precios en su adquisición y mayores precios en sus seguros, todo ello teniendo en cuenta la “escasa aceptación en el segmento de los vehículos de empresa”. Por cierto, que representan el 60 % de las ventas unido a los “cuellos de botella en la infraestructura de carga”.
Finalmente, llevadas a cabo las propuestas en innovación, así como en mejora de las cualificaciones, se aborda el cómo sostener toda la inversión necesaria, así como reformas en la gobernanza. Para ello, y en estricto resumen, el informe aboga por revertir la situación: alto ahorro privado y baja inversión productiva, de unos mercados de capitales fragmentados y desabastecidos, con excesiva dependencia de los bancos y falta de proyectos viables con una Unión Bancaria, deuda en común para abordar las soluciones expuestas en común y una comisión europea del mercado de valores y capitales, así como por ampliar las decisiones que se adoptan por mayoría cualificada en detrimento del consenso europeo característico hasta la fecha.
La tasa total de inversión en relación con el PIB tendrá que aumentar en torno a 5 puntos porcentuales del PIB de la UE al año.
Según las últimas estimaciones de la Comisión, para alcanzar los objetivos fijados en el presente informe se necesita una inversión adicional anual mínima de entre 750 000 y 800 000 millones de euros, lo que equivale al 4,4-4,7 % del PIB de la UE en 2023.
Preguntas frecuentes
Huyo, y en cierta manera rechazo de forma natural y espontánea, de quien ignorando los diferentes prismas de la realidad se atreve prepotentemente a opinar y sentenciar sobre la misma. Es más, cuanto más leo, observo y analizo sobre toda la cuestión, más preguntas y conexiones me surgen. Más ignorante se siente uno, ¿no le parece? Permítame recomendarle, humildemente, ambas actitudes ante el misterio de la vida y su fenomenología.
Por ello para finalizar cada artículo semanal me gustaría terminar con mis ‘preguntas frecuentes’. Con las consecuentes respuestas que entiendo las devuelven, o no, e invitándole a que las resuelva. Celebro, anticipadamente, si, además, es diferente y divergente de la que arguyo.
¿Por qué se publica ahora cuando fue encargado hace un año? Por sembrar contexto, el Plan Draghi se publica y se da a conocer el informe una vez pasadas las elecciones europeas del pasado 9 de junio y antes de la elección de comisarios europeos que tendrá lugar a partir del próximo mes de octubre. Si bien ya se han publicado y publicitado los nombres. Añadan que la renovada presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, prometió dos nuevas ‘carteras’ como son las de vivienda y (redoble de tambores mediante), defensa.
¿Tendrá algo que ver con el intenso octubre que tenemos por delante y con las próximas elecciones en Georgia, Moldavia… así como en Alemania en 2025, donde se tiene ya en contra a la oposición?
¿Crear escala empresarial es posible y saludable sin crear primero o paralelamente esa misma o mayor ‘escala’ en la administración?
¿Por qué no aborda y considera el informe la agricultura, el campo europeo y su sector ganadero como un aspecto primordial en el presente y futuro? ¿Se consideran válidas y prósperas las políticas aplicadas, pues?
¿Por qué se dedica un apartado completo a la necesidad de una Defensa europea, con el consiguiente, estimo yo, desarrollo de un aparato militar e industrial que la abastezca, y no se incide y aborda una vía diplomática a los conflictos existentes?
¿Cómo se pretende con cumplir estos objetivos y finalidades sin tener las materias primas para la digitalización y la transición ecológica ni acceso a las mismas y al mismo tiempo asegurar el Estado de Bienestar actual? ¿Nos conduce ello a una inevitable lucha y pugna geopolítica con quienes se han adelantado a detentarlos, principalmente, China y Rusia, y de ahí el interés en la ‘defensa’ y su incremento presupuestario y empresarial?
¿Tiene sentido planificar la Europa futura en digital, en innovación y en ‘verde’ a las empresas desde una administración que no es el faro de guía y ejemplo, a día de hoy, en estos campos?
¿Va a poder absorber, convocar, tramitar, ejecutar y pagar un estado como España 40 000 millones de euros (si se tiene en cuenta que llegarían un 10 % de los fondos propuestos), al menos, al año durante 5 años con las leyes actuales de contratación y la experiencia manifiestamente mejorable de los Next Generations?
¿Puede ser efectivo un plan de estas características sin la opinión, concurrencia y crítica de la parte empresarial y de las Comunidades Autónomas como sucedió con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia?
¿Puede ser transformador sin los ayuntamientos y diputaciones? A mi juicio, los mejores gestores y al mismo tiempo los grandes olvidados del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia en su concepción y vía de aplicación.
¿Aprovecharemos en España y los españoles la oportunidad de formación que se nos presenta en tantos ámbitos, así como realizar una competitividad sostenible y una digitalización inteligente que nos genere mayor bienestar y riqueza?
¿Centraremos el debate en un futuro reformista, próspero, consensuado y pragmático?
¿Recuerdan la cita del principio? ¿Recuerdan a Carl Sagan? ¿Podemos crear algo distinto buscando la integridad, anhelando la perfección, juntando de igual forma los mismos átomos? Es decir, ¿podemos esperar un resultado distinto juntando a los mismos dirigentes europeos que nos han conducido a la situación actual que ahora nos señalan como errónea? En la gran mayoría de casos, que no todos, una política errante da como fruto una política errática. Es lo que ha sucedido con la energía en Europa pensaba uno. El informe, el Plan Draghi, va más allá.
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